El ecocidio de Noboa

Dic 8, 2024

Por Heidi Galindo

En medio de una de las sequías más severas que ha sufrido Ecuador en décadas, el gobierno de Daniel Noboa, en colaboración con la minera canadiense Lumina Gold, impulsa el Proyecto Cangrejos en la provincia de El Oro. Este megaproyecto, diseñado para extraer oro y cobre a gran escala, pone en riesgo uno de los territorios más megadiversos del mundo. La minería, un proceso intensivo en el uso de agua, amenaza aún más los recursos hídricos, ya mermados por la crisis climática que afecta al país y al planeta.

Ecuador ocupa el primer puesto mundial en biodiversidad por kilómetro cuadrado, un privilegio que, en teoría, debería implicar una responsabilidad inquebrantable hacia su conservación. En su territorio habitan más de 130 especies de colibríes, más de 16.000 especies de plantas, una diversidad abrumadora de aves y una flora y fauna únicas. Sin embargo, esta tierra excepcional enfrenta una contradicción: devastar sus recursos o preservarlos para alternativas sostenibles.

El discurso oficial proclama desarrollo económico y generación de empleo, pero el extractivismo arrastra consigo ríos transformados en vertederos de veneno, paisajes irreconocibles por la devastación y comunidades condenadas al abandono, como ha sucedido tanto en Ecuador como en otros países de la región. El Proyecto Cangrejos asegura que convertirá los recursos en una “fuente de desarrollo sostenible”, pero esta afirmación es engañosa. No existe tal sostenibilidad; lo que se minimiza son los graves costos ecológicos, sociales y humanos que conlleva un megaproyecto de esta magnitud.

Con su vasta diversidad climática y cultural, Ecuador posee todas las condiciones para liderar un modelo de desarrollo sostenible. En lugar de perpetuar una economía extractivista, el país podría transformarse en un referente global en agricultura regenerativa y turismo responsable, siguiendo el ejemplo acertado de Costa Rica. Sin embargo, persiste una obstinada adhesión al extractivismo como única solución económica. Este enfoque no refleja una falta de alternativas, sino una visión cortoplacista que sacrifica el futuro por beneficios inmediatos y cuestionables.

Ecuador no es solo extractivismo, banano o camarón, ni merece reducirse al estigma del narcotráfico. Es un país cuya riqueza trasciende estos clichés. Ojalá algún gobierno logre situarlo en el mapa global no como un lugar de saqueo, sino como un país que supo valorar su mayor tesoro: su biodiversidad incomparable.



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