Michel Barnier entró este miércoles en la historia como el primer ministro más breve que ha tenido la Francia contemporánea.
Barnier, quien apenas duró tres meses en el cargo, cayó tras la aprobación de una moción de censura en la Asamblea Nacional que fue presentada por la alianza de izquierda Nuevo Frente Popular (NFP), pero que también contó con los votos de Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés), el partido de ultraderecha liderado por Marine Le Pen.
Barnier había sido escogido por el presidente Emmanuel Macron para encabezar el gobierno tras unas elecciones no concluyentes en las que el NFP obtuvo el mayor número de escaños en la Asamblea Nacional.
Su designación generó un descontento inmediato en el NFP, organización que aspiraba a que Macron designara a uno de sus líderes como primer ministro.
Pero el presidente Francés, pese a no contar con una mayoría parlamentaria, optó por escoger a Barnier, un dirigente conservador.
Las consecuencias no se han hecho esperar.
Se trata de la primera vez en 62 años que una moción de censura triunfa en Francia. La última fue el 4 de octubre de 1962, bajo la presidencia de Charles de Gaulle, cuando cayó el gobierno de Georges Pompidou.
Aquella vez el primer ministro presentó su dimisión, pero De Gaulle volvió a nombrarlo para el puesto y siguió ocupando el palacio de Matignon hasta 1968. Un año después fue elegido presidente de la República hasta 1974.
En busca de un nuevo primer ministro
Es posible que Macron le pida a Barnier que continúe como primer ministro interino hasta que se nombre un nuevo gobierno.
Pero esto no será fácil.
La polarización de la Asamblea Nacional entre varios bloques contrapuestos que no pueden gobernar por sí solos y que, por sus diferencias ideológicas, tampoco es fácil que formen alianzas, hizo que Macron tardara dos meses el pasado verano en lograr nombrar a un primer ministro que no fuera inmediatamente rechazado con virulencia por alguno de los bloques.
Michel Barnier tenía todas las credenciales necesarias para esta misión imposible. Había sido cuatro veces ministro y dos veces comisario europeo.
Es más, fue el negociador jefe de la Unión Europea durante los años del Brexit, cuando Reino Unido decidió abandonar el grupo, una tarea titánica que le hizo ganarse el apodo de “Mr Brexit”.
Parecía el candidato perfecto para aplacar la tormenta política francesa que amenazaba con sacudir a toda Europa.
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