El conflicto ruso-ucraniano nace a partir de las protestas de una parte de la población de Ucrania entre noviembre de 2013 y febrero de 2014 en la plaza del Maidán. Siendo entonces presidente Víctor Yanukovich, se decidió suspender la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea, optando en su lugar por estrechar lazos con Rusia. La situación degeneró en violentos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad, que se saldaron con más de 100 personas muertas, la salida de Yanukovich y el establecimiento de un nuevo gobierno. Tanto las protestas como la formación del gobierno estuvieron tutelados por EE.UU., mediante Victoria Nuland, asistente de la secretaria de Estado de EE.UU. para Europa y Eurasia, y por Geoffrey Pyatt, embajador de EE.UU. en Ucrania (fuente: Infosperber, csbnews).
Estos sucesos provocaron que Rusia anexara la península de Crimea, acto que posteriormente gatilló la toma de edificios de la administración pública y la autodeclaración de independencia de las dos regiones separatistas prorrusas: Donetsk y Luhansk, enclavadas en el Donbás, cuenca industrial de Ucrania, con clara mayoría étnica rusa. Desde abril de 2014, el gobierno central ucraniano combate a las mencionadas regiones separatistas. El Tratado de Minsk (I y II) propuso un cese al fuego y quiso sellar las diferencias entre estas regiones y el gobierno central de Ucrania, pero nunca las partes lo respetaron. En febrero de 2022, Rusia invade Ucrania desatando el conflicto bélico más grande de Europa después de la segunda guerra mundial.
En esencia, el apoyo decidido de EE.UU. y los países de la OTAN a Ucrania lo justifican arguyendo que Europa debe ser protegido de los intereses expansionistas e imperialistas rusos, y por eso apoyan la lucha del pueblo ucraniano por la libertad, la democracia y la paz. Recalcan, además, su decidida lucha contra la corrupción, en simbiosis con los altos valores morales que son siempre el paraguas que cubre a EE.UU. y sus aliados occidentales.
De pura casualidad los territorios en cuestión son ricos en recursos naturales, como carbón, hierro, uranio; y grandes reservas de gas, petróleo, titanio, circonio y tierras raras, indispensables para la industria high-tech. De pura casualidad también se han unido a la causa pro occidente varios adalides de la “filantropía” estadounidense: BlackRock Inc., J.P.Morgan y George Soros para rubricar, mediante Actas de Entendimiento, su apoyo al gobierno ucraniano con multimillonarios planes de inversión privada para la reconstrucción de ese país. El único escollo hasta ahora es Rusia, que ha ocupado militarmente 5 regiones del oriente de Ucrania: Crimea, Luhansk, Zaporiyia, Jersón y Donetsk, las dos primeras bajo control ruso del 100% y la tres restantes con un control que va de más de 60% a casi 90%, respectivamente.
El iluminado de Biden, lamentablemente autorizó el uso de minas personales y misiles de alcance intermedio para que Ucrania ataque territorio ruso. Se le han unido Gran Bretaña y Francia. Esto constituye un cruce de la línea roja de la nueva doctrina nuclear rusa, aprobada por Putin, por la cual Rusia puede responder con un ataque nuclear de ser atacado su territorio por misiles avanzados, no nucleares, provenientes de países considerados hostiles.
Hace pocos días Rusia lanzó hacia Ucrania un misil balístico hipersónico no nuclear de alcance intermedio (Oreshnik) en respuesta a los misiles estadounidenses (ATACMS) e ingleses (Storm Shadow) lanzados previamente contra su territorio. El misil ha callado al mundo militar mundial por la precisión y su velocidad de viaje Mach 10 que lo hace indetectable e inalcanzable.
La decisión de Biden embarra toda opción de cese al fuego y crea un clima de zozobra en el mundo entero por la certeza de estar en guerra y saber que la declaración de la tercera guerra mundial puede ser cuestión de poco tiempo. Aparentemente se trata de buscar la paz mejorando las condiciones de negociación por la fuerza ¡Estrategia “diplomática” genial! Solo comprensible para los iluminados. Para los que no lo somos, comprobamos una macabra escalada bélica, marcada por la muerte, el terror y los intereses ocultos.
Confiemos en la cabeza fría y serenidad de Putin, porque del otro lado no se me ocurre en quién podríamos confiar.
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