Agbogbloshie, un vertedero en las afueras de Accra, la capital de Ghana, se ha convertido en un sombrío epicentro del reciclaje informal de desechos electrónicos, conocido como e-waste. Este vertedero, donde las columnas de humo tóxico se elevan al cielo, está cubierto por montañas de cables quemados, computadoras destruidas y televisores humeantes.
Los hombres, mujeres y niños que trabajan en este lugar están expuestos a peligros constantes: los metales preciosos como el cobre y el oro se extraen de forma rudimentaria mediante la quema de residuos, lo que libera sustancias químicas tóxicas.
El flujo de desechos electrónicos es el más rápido en crecimiento a nivel global, con 62 millones de toneladas generadas en 2022, y la principal causa de este aumento es la creciente demanda de dispositivos electrónicos en las sociedades modernas. Sin embargo, solo el 15% de estos desechos se reciclan adecuadamente, lo que lleva a que empresas irresponsables los exporten ilegalmente a países en vías de desarrollo como Ghana.
El impacto en la salud humana es alarmante. Las personas que trabajan en Agbogbloshie, como Abdulla Yakubu, se quejan de la dificultad para respirar y los efectos del aire contaminado.
Abiba Alhassan, madre de cuatro hijos, también padece los efectos del humo tóxico, que le pesa en el pecho y le dificulta la respiración. La exposición constante a estos contaminantes químicos puede provocar trastornos neurológicos, envenenamiento por plomo y otros problemas de salud.
El tráfico de desechos electrónicos ilegales ha aumentado, convirtiéndose en el artículo más incautado en todo el mundo. Aunque algunos países intentan frenar esta práctica, los traficantes recurren a sofisticadas tácticas, como triturar y mezclar los desechos con plásticos para evadir la detección. La falta de infraestructura adecuada para el reciclaje en muchos países desarrollados facilita este negocio ilícito.
Este problema es parte de un fenómeno global donde los países ricos exportan sus desechos a naciones más pobres, afectando tanto a la salud de las personas como al medio ambiente.
A partir de 2025, el Convenio de Basilea, un tratado internacional sobre desechos, exigirá que todos los desechos electrónicos sean declarados y que los países receptores den su permiso para recibirlos.
Sin embargo, algunos países, como Estados Unidos, aún no han ratificado este acuerdo, lo que dificulta la lucha contra el tráfico de desechos electrónicos.
Mientras tanto, en Agbogbloshie, los trabajadores siguen arriesgando sus vidas por un sustento, como Abiba, quien gasta la mitad de su salario en medicamentos debido a las enfermedades causadas por las condiciones del vertedero. Para muchos, esta es la única opción de supervivencia.
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