Leonardo “Pipo” Laso es consultor en Comunicación Política con más de 30 años de experiencia en campañas políticas y comunicación de Gobierno. Ha sido Secretario de Comunicación de la Presidencia, asesor de cinco alcaldes de Quito, de ministros y gobiernos locales, así como director de campañas políticas en Ecuador y varios países de Latinoamérica.
Estratega a varios de los procesos más importantes de la historia de Quito y Ecuador: firma de la paz con Perú, estabilización de la dolarización, recuperación del Centro Histórico de Quito, entre otros.
Conferencista internacional y autor del libro “La Comunicación al Poder”, editado en España y México, donde expone su visión de la comunicación en estos tiempos de sociedad líquida, centrada en la ciudadanía, el civismo y la construcción de valores.
Hace algunos años ya, Manuel Castells, ese gran comunicador catalán, dijo que las campañas ya no se ganan en positivo, con un sueño colectivo, sino destruyendo rivales, aprovechando el anonimato que brindan las redes sociales.
Creo que Daniel Noboa tiene muy claro esto. Pero él va más allá, desde el poder, no solo destruye rivales, sino institucionalidad.
Sacó del juego a Topic, en una operación cuestionable del Tribunal Contencioso Electoral. Luego fue por el contrato de fibra óptica submarina de la empresa del grupo Topic, sin respetar el debido proceso. Esto tiene dos consecuencias graves: una demanda al Estado que seguramente nos costará millones de dólares y un pésimo mensaje a los inversionistas: en Ecuador no hay seguridad jurídica.
A eso hay que sumar la telenovela con la Vice, los contratos opacos de provisión eléctrica, el proyecto de pagar $400 a 80.000 jóvenes justo en campaña. O usar más de $4.000 millones de las reservas para gasto corriente, descapitalizando empresas e instituciones públicas.
La comunicación del Gobierno también tiene un manejo bastante opaco. Más de $5 millones en pauta para promover “el Gobierno que resuelve”, con el auspicio del Consejo Nacional Electoral que mientras tanto sanciona a cualquiera de ponga $20 en algún medio. Un buen negocio para unos cuantos mercenarios de la prensa, consultores y voceros, que reciben jugosos cheques a cambio por su lealtad.
Al mismo tiempo, abre el concurso de frecuencias para tener subordinados a los medios, que tendrán dificultades si son imparciales.
En general, se maneja con “golpes de efecto”: foto tipo Bukele con chaleco antibalas en Durán o Manta; inauguración de obras del Gobierno anterior, mucha improvisación y arrogancia.
Todo esto configura un presidente autoritario, lejano, insensible, que se lleva por delante rivales, poderes del Estado, institucionalidad, todo aquello que conspire para su victoria.
Veo con dolor que hay una buena parte de la galería tuitera que aplaude todo esto, que sigue atrapada en el pensamiento binario: correismo / anticorreismo.
A estas alturas, me parece que es bastante parecido a Correa, solo que con mucho menos talento.
Puede ser que llevando la elección a una polarización cerrada entre él y Revolución Ciudadana pueda ganar. Habrá que ver como vota ese 60% que todavía no decidió. Allí hay que gente que está literalmente quebrada, perdió su trabajo, su pequeño negocio.
Allí abajo las cosas son muy difíciles, la vida es muy dura. Por eso, más de 1’200.000 ecuatorianos quieren irse, porque ven un Gobierno que no resuelve nada, que ni siquiera puede publicar oportunamente los horarios de corte de luz.
Un millón doscientos mil: un triste récord histórico.
Ganar destruyendo no parece la mejor forma de construir el “nuevo Ecuador”.
Totalmente de acuerdo, Leonardo.
No hay que dejarse acorralar con ese falso dilema de que hay que votar por un despreciable autoritario, para evitar que gane otro despreciable autoritario.
Los que votan basados en el odio, terminan convertidos en lo mismo que odian.
Para ganarle al correísmo hay que ser mejores que ellos, no la réplica de sus prácticas más nefastas.
La gente debe aprender a vivir en un sistema republicano, en el que se respeten las instituciones, y no se use de ellas desde el poder para beneficio político, personal o familiar. Eso es lo primero que se debe aprender, si queremos un país próspero y con futuro en libertad y progreso.