Los tiempos en los que los grupos armados en Colombia recurrían exclusivamente a panfletos y emisoras clandestinas quedaron atrás.
Hoy, guerrillas como el ELN, las disidencias de las FARC y el Clan del Golfo han encontrado en las redes sociales herramientas clave para sus estrategias de intimidación, reclutamiento y posicionamiento político.
En X, los grupos armados despliegan discursos que buscan establecer posturas políticas y captar atención mediática. El Clan del Golfo, por ejemplo, exige ser reconocido como el “Ejército Gaitanista de Colombia” para negociar con el Gobierno, utilizando publicaciones que mezclan mensajes ideológicos y ataques directos, recoge El País de España.
Sin embargo, estos intentos de legitimarse son rápidamente cuestionados, tanto por el Gobierno como por la sociedad civil.
TikTok: el señuelo para los más jóvenes
Con una narrativa visual y emocional, plataformas como TikTok se han convertido en herramientas de reclutamiento. Videos que mezclan cumbia, reguetón y símbolos de poder son utilizados para atraer a niños y jóvenes de regiones vulnerables. Según Indepaz, se han detectado al menos 95 perfiles con esta finalidad, aunque 60 ya han sido eliminados. Las disidencias de las FARC lideran este tipo de estrategias, creando contenidos que romantizan la lucha armada.
WhatsApp y Telegram: armas de control social e intimidación
En regiones rurales, donde la conectividad se limita a WhatsApp y Facebook, los grupos armados controlan comunidades mediante cadenas de mensajes y audios intimidatorios. En Cartagena del Chairá, un audio difundido en septiembre por el cabecilla disidente alias Calarcá provocó un desplazamiento masivo. Asimismo, medios como La Lupa Araucana han sido presionados para publicar mensajes de un grupo armado, enfrentando represalias de facciones rivales.
Expertos advierten que moderar estas actividades presenta enormes desafíos. Mientras plataformas como TikTok pueden optimizar sus filtros y contar con moderadores locales, servicios cifrados como WhatsApp y Telegram son prácticamente imposibles de supervisar sin comprometer la privacidad de los usuarios.
Catalina Moreno, de la Fundación Karisma, insiste en que la solución no está en regulaciones represivas, sino en fomentar la educación digital. “El Congreso no debe descargar responsabilidades en medidas de censura, sino enfocarse en educar a los jóvenes sobre los riesgos de estas dinámicas digitales”, afirma.
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