Tema siempre pertinente y más aún cuando una política pública mal llevada y ex profesamente empeorada con grandilocuencia a partir de la década perdida, donde se realiza todo lo posible por boicotear el bienestar del país y su gente. Según los enunciados del grupo de Puebla, hay que tener a la gente pobre para que sigan votando por ellos.
Pues basta preguntar ¿Qué es necesario para lograr restablecer el crecimiento?
El impulso inicial provino de la liberación y expansión del comercio mundial y del sistema financiero en la segunda mitad del siglo XX. La apertura de mercados de las naciones industrializadas, la expansión del flujo de capitales internacionales privados y el comercio recíproco de mercancías, a través de los acuerdos de libre comercio, proporcionan oportunidades sin precedentes para la diversificación, modernización y el desarrollo.
La inversión extranjera directa junto con el financiamiento de los bancos privados llego a hacer la fuente principal del capital para el desarrollo, complementado por el apoyo de los entes multilaterales; pero lamentablemente estas fuentes no están disponibles para nuestro país como resultado del alto endeudamiento público generado en esa década perdida, que ha dejado a los últimos tres gobiernos ilíquidos y pagando cuentas del derroche ajenas.
Con lo que viene sucediendo en los últimos dos años debería ser suficiente para convencer al país que lo único estratégico es la disponibilidad de recursos, sean estos de alimentos, de infraestructura de comunicaciones, de salud, de energía y para ello nada mejor que un Estado con una burocracia pequeña, pero eficiente que lleve adelante las políticas públicas en apoyo a los sectores productivos que son al postre los que pagan con su contribución impositiva el funcionamiento del sector público.
El sector privado es el eslabón crucial y solamente la iniciativa individual puede reunir los recursos adicionales, financieros y empresariales para aprovechar cabalmente de las oportunidades que presentan. Si concordamos que es preciso aprovechar de este gran recurso, entonces tenemos la responsabilidad de hacer todo lo necesario por utilizar racionalmente, a nivel privado y también como parte de la política global del país.
Por ello, si es preciso abogar por una estrategia de desarrollo que opere dentro del seno de una economía abierta, que recompense la iniciativa de inversión y el esfuerzo lucrativo, para lo cual se debe contar con varios elementos claves. El crecimiento debe basarse primordialmente en el ahorro interno. Esto entraña la retención del capital interno en el país. Cuando se premia el afán de lucro de la gente, el capital se vuelve asequible para la inversión. Cuando se premia y recompensa el espíritu empresarial, la gente responde con productividad e innovación
Cómo complemento de ellos hay que dar un trato igual a la inversión nacional y extranjera. Esta última puede aportarnos, no solamente en la parte económica; sino que trae tecnología, capacitación e innovaciones administrativas y vinculación con el comercio internacional. Además, esta inversión extranjera no constituye deuda, al contrario, es un aporte al desarrollo contrariamente a lo que sucede con la política estatista, que no genera recursos, pero que sí se endeuda en el exterior.
Estos recursos de extranjeros vienen a complementar el ahorro interno y no a su plantearlo. Finalmente, el comercio debe ser el motor de desarrollo y la economía abierta a la competencia internacional trae como resultado elevar los niveles de vida, calidad de los productos elaborados en el país y competitividad. Todo esto se basa en un sencillo y poderoso principio: Un sistema que delega la fuerza productiva al individuo y sus organizaciones, financiados por capitales privados. En general, este riesgo de sector privado, que reconoce y recompensa su laboriosidad y creatividad, es un sistema que crece y prospera, creando oportunidades, empleo y bienestar para el país.
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