Estoy con quienes no quieren que la próxima elección presidencial le deje al Ecuador como triunfador al binomio que representa al gobernante que tuvo el país durante 10 años consecutivos. No queremos, porque esa década resultó, en todos los órdenes, perdida y de terrible perjuicio para todos los ecuatorianos. O, ¿acaso ya se han olvidado y perdonado el brutal ataque a la democracia y la salvaje corrupción entronizada y propagada por el poder central?
Es necesario tener presente que el ex mandatario de ese largo ejercicio gubernamental es prófugo de la justicia; que su ex vicepresidente guarda prisión en una cárcel de máxima seguridad. Que otros tantos, muy cercanos a los anteriores, se encuentran procesados judicialmente, huidos, apresados, investigados e inclusive, algunos figuran en la lista de candidatos para la conformación de la nueva Asamblea Nacional.
Cuando los ecuatorianos eligieron a Lenín Moreno (2017-2021), también ex vicepresidente del gobernante de la ´década farreada´, hubo preocupación general ante la posibilidad de que este emulara a su mentor, pero, ciertamente, eso no sucedió. Más bien, en un accionar valiente e histórico, puso al descubierto y confirmó lo que sospechaba todo el país: sus ex compañeros fueron las cabezas de organizaciones creadas para delinquir y por eso ahora mismo son reos de la justicia.
Nada, sin embargo, permite creer que pudiera suceder igual con un triunfo de la fórmula que el prófugo ex presidente ha presentado para los venideros comicios. Quien encabeza el binomio pertenece al equipo íntimo del ex mandatario. No esconde jamás su estrecha vinculación con él ni tampoco su total coincidencia política-ideológica: mucho estado y poca o ninguna intervención privada; mucha prensa oficial y pública, ninguna prensa libre e independiente; mucha relación internacional con el Foro de Sao Paulo y Grupo de Puebla, con China y Rusia, poco o nada con los Estados Unidos, Canadá, la región no izquierdista, Europa Occidental e Israel; constituyentes tipo sastre (a la medida y de particular conveniencia), reelección indefinida, irrespeto constitucional, inexistencia de división de poderes, entre otros ejemplos que destruyen la institucionalidad. ¿Los ecuatorianos, de verdad, se lo merecen?
Reflexionar muy bien sobre qué binomio votar en la elección del nuevo año, en febrero, o de marzo si hay segunda vuelta, no es para decirlo, sino para hacerlo moral y obligatoriamente. La situación del Ecuador debe mejorar urgentemente. No se debe arriesgar nada. Ponerse en manos de quienes son golosos del poder y hacen funcionar su pública determinación de impedir que los pobres escapen de esa triste situación, porque “cuando logran ser de clase media, se vuelven de derecha” y ya no votan por ellos, de verdad es muy peligroso. Sólo ser acertados en la elección es lo que toca.
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