La crisis energética que enfrenta Ecuador ha desencadenado una serie de comentarios en redes sociales y conversaciones cotidianas. Vivir sin electricidad, un servicio esencial, se ha vuelto parte de la rutina para muchos ecuatorianos. Este estado de anormalidad, que debería indignar, parece estar siendo aceptado como algo inevitable. Peor aún, esta normalización erosiona más la confianza en las instituciones, los políticos y la democracia misma.
La aceptación de lo anormal tiene consecuencias graves, como la insensibilidad social. Aunque algunos buscan mantener una actitud positiva frente a la adversidad, existe una normalización más sutil y peligrosa: aquella que nos lleva a aceptar situaciones indignas como si fueran inevitables. Este fenómeno, conocido como habituación, implica que con el tiempo dejamos de reaccionar con la misma intensidad a lo que inicialmente nos provocaba frustración o descontento.
Un ejemplo claro es el caso de los apagones. Los ecuatorianos enfrentan cortes de electricidad de hasta catorce horas diarias, y poco a poco parece que se resignan a esta situación. Como sociedad, nos hemos adaptado a la crisis en lugar de exigir soluciones. Es como si, al estar expuestos repetidamente a un problema, este perdiera su gravedad ante nuestros ojos, incluso cuando sabemos que está mal.
La indignación en redes
Algunos mensajes en redes sociales intentan despertar nuestra conciencia. Uno de ellos afirma:
“Jamás normalicemos no tener luz. No es normal. No está bien. La energía eléctrica es un servicio básico y su administración adecuada no depende de que llueva o no. Depende de una planificación y gestión pública eficiente. Nos merecemos más dignidad”. Tomado de Revista Ekos.
Otro comentario, publicado por el periodista Juan Carlos Calderón en la red social X, sintetiza la frustración colectiva:
“Se reparten las empresas eléctricas entre mafias políticas. Ignoran las advertencias técnicas. Te quitan 14 horas de luz. Te quitan 12 horas. La economía colapsa, la vida diaria se vuelve insoportable. Luego, reducen los cortes a 8 horas diarias, y agradeces”.
“Es increíble que estemos mendigando un servicio básico”, escribió Verónica Coello. Por su parte, el tiktoker Iván Farah expresó: “Me espanta escuchar a mi papá decir que, ahora que Colombia nos venderá luz, solo tendremos apagones de ocho horas. Los cortes de electricidad no deberían existir”.
Este tipo de publicaciones reflejan cómo hemos llegado al punto de conformarnos con menos, cuando lo que realmente deberíamos exigir es un sistema energético funcional y justo.
Mientras el presidente Daniel Noboa intenta negociar la compra de electricidad a Colombia, los apagones han cumplido casi ocho semanas, provocando un alza en el costo de vida. La canasta básica, que costaba $786,31 en diciembre de 2023, alcanzó $805,04 en octubre de 2024. Esto significa que la crisis energética no solo ha afectado a las familias, que ven cómo se encarecen alimentos, ropa y arriendos, sino que también ha golpeado al sector empresarial, alarmando incluso al sistema bancario.
Es indignante la situación sobre todo el negociado que debe existir por debajo, sin embargo, no solo es lluvia para llenar hidroeléctricas para poder generar energía, existen diversas formas de generar energía pero la sociedad tampoco destina un poco de tiempo para informarse y por último saber que pedir…
Toda la razón, es inimaginable como se ha normalizado no tener un servicio básico. ¡No es un lujo, es un derecho que el Estado es responsable de planificar y proveer!