Cita inoportuna. La XXIX Cumbre Iberoamericana, celebrada en Cuenca, Ecuador, terminó sin una declaración oficial ni consensos significativos. La cita estuvo marcada por grandes ausencias, como las de México, Nicaragua y Venezuela, y la mayoría de los países participantes enviaron delegaciones de menor rango, con excepción de España, Andorra, Portugal y el anfitrión, Ecuador. Las desavenencias entre Argentina y Cuba impidieron alcanzar un acuerdo para una declaración conjunta.
El embajador Roberto Betancourt señaló que varios factores influyeron en el fracaso de la cumbre, destacando que la desunión entre los países no fue la causa principal. Según el diplomático, España debería reconocer que las relaciones con los países latinoamericanos atraviesan un momento complicado.
Además, los temas propuestos —como innovación, sostenibilidad e inclusión— no lograron convocar interés suficiente. Países como Argentina y Colombia tienen enfoques distintos respecto a lo planteado en el encuentro.
Uno de los puntos críticos es la postura de México, país que impulsó este tipo de reuniones en 1991, pero que ahora enfrenta tensiones con España debido a la exigencia de un resarcimiento por los daños históricos de la colonización española.
Otro factor que afecta la dinámica entre las regiones es el bloqueo, por más de dos décadas, del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea.
El embajador Betancourt también cuestionó el manejo de la Secretaría Pro Tempore, a cargo de Ecuador, argumentando que no se evaluaron adecuadamente las circunstancias. “Ecuador debió haber considerado la posibilidad de postergar la cita, dado el contexto de otros foros relevantes que coincidieron en fechas similares”, expresó.
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