La XXIX Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado fue uno de los eventos más esperados por el país y Cuenca, al ser la ciudad anfitriona. Este encuentro generó muchas expectativas que, finalmente, no se cumplieron.
David Reynolds, un referente de la diplomacia, explica en su libro “Cumbres. Seis encuentros de líderes políticos que marcaron el siglo XX” que este término fue introducido por Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido en 1950, para referirse a conversaciones entre Estados “al más alto nivel”. El contexto de aquella época era la Guerra Fría; paradójicamente, en 2024 seguimos en guerras.
Desde 1991, la Cumbre de Cuenca ha sido la que mayor número de ausencias de jefas y jefes de Estado ha tenido, con apenas tres representantes de las 24 naciones invitadas. Además, preocupa que tampoco hubo una Declaración Oficial ni se alcanzaron consensos. En política, así como en la vida misma, y en palabras de nuestro querido Ruiseñor de América, Julio Jaramillo: cualquier acción, menos la indiferencia. Evaluar sobre las causas de esta respuesta internacional y recomponer puentes nacionales e internacionales es la tarea del nuevo Ministro de Gobierno y del propio Presidente de la República.
La ciudad cumplió una labor impecable, liderada por la Dirección de Relaciones Internacionales de la Alcaldía de Cuenca en un trabajo coordinado y colaborativo con otras instituciones, con detalles milimétricos merecedores de reconocimiento. Incluso, el domingo previo al inicio de la Cumbre, hasta altas horas de la noche, el personal a cargo de la remodelación del aeropuerto Mariscal Lamar se apresuraba pintando, mientras llegaban las primeras delegaciones internacionales.
Resaltó el encuentro empresarial en el marco de la Cumbre; sin embargo, luego de unos cálidos días en Cuenca, ¿qué sucederá? La ciudad, cada día, se consolida como un epicentro turístico nacional e internacional; no obstante, necesita producir para mantener su calidad de vida. Por ejemplo, la regulación del suelo industrial es una tarea pendiente.
Volviendo a Reynolds, en su investigación sobre las cumbres políticas, en 1953, por primera vez, un equipo de alpinistas logró “hacer cumbre en el Everest”. De este hecho histórico, posiblemente, Churchill se habría inspirado para ejemplificar la importancia de estos espacios de diálogo directo entre mandatarios.
Por otro lado, mientras en la Cumbre Iberoamericana se hablaba sobre la sostenibilidad, uno de los temas centrales de este foro, a poco más de 30 kilómetros de la sede del encuentro, las cumbres de Cuenca se encontraban en llamas, llegando incluso el fuego hasta el Parque Nacional El Cajas.
Finalizada la Cumbre, se empezaron a escuchar por la ciudad las sirenas de los equipos de emergencia trasladándose a los focos de los incendios para contener el fuego. De esta manera, se apagaron las luces de la Cumbre, y Cuenca, desde este lunes, regresará a los racionamientos de electricidad.
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