En Guayaquil, un aumento de hasta 80% en homicidios refleja la violencia que afecta a adolescentes vulnerables. La migración interna en Ecuador agrava esta situación en periferias urbanas. La tasa de homicidios en 2023 alcanzó 87 por cada 100,000 habitantes en Esmeraldas y 76 en Guayaquil. Esta violencia golpea más a familias con dificultades económicas, debilitando el tejido social. Las familias se han debilitado económica, social y psicológicamente para resistir al embate de la extorsión y la presión cotidiana en los barrios periféricos. Sus hijos corren enormes riesgos.
Las pandillas juveniles no solo buscan identidad, sino también supervivencia económica. En el 2000, la Policía estimó 1,000 pandillas en Guayaquil; hoy son una respuesta ante la falta de oportunidades. La estructura de las pandillas se ha vuelto más violenta con acceso a armas y una cultura de territorialidad. La adolescencia, una etapa crucial de búsqueda de identidad, es aprovechada por el crimen organizado que recluta adolescentes, forzándolos a delinquir en una “cadena delictiva” que incluye tráfico de drogas, secuestro y extorsión.
El cerebro adolescente, aún en desarrollo, explica la vulnerabilidad a conductas de riesgo. Sin embargo, medidas de endurecimiento penal como en El Salvador —donde adolescentes reciben penas de hasta 20 años— abren el debate sobre su efectividad. En Ecuador, la situación demanda enfoques que fortalezcan el desarrollo saludable y la resiliencia comunitaria, en lugar de respuestas autoritarias que podrían no resolver el problema de fondo.
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