La semana entrante se realizarán elecciones presidenciales en EE.UU. y su resultado influirá en el futuro general del planeta por su rol geopolítico.
El sistema de elección es complicado. El presidente no se escoge por mayoría popular resultante del sufragio electoral, sino a través del Colegio Electoral que fue creado en 1787. Esta entidad está compuesta de 538 electores. Se necesita una mayoría simple de al menos 270 de estos votos electorales para ganar las elecciones. California tiene la mayor cantidad de votos electorales, con 54; le siguen Texas con 40, Florida con 30; mientras que estados como Alaska, Vermont, tienen el mínimo de 3.
Con este sistema un candidato puede tener mayoría de votos del sufragio y aún así perder las elecciones. Hillary Clinton, a pesar que obtuvo más de 3 millones de votos directos frente a Donald Trump, finalmente perdió en las elecciones del 2016 porque solo consiguió 232 votos del Colegio Electoral frente a 306 de Trump.
Este sistema electoral me parece complejo y sobre todo anacrónico, enraizando un bipartidismo cada día más polarizado y centrado en las cualidades histriónicas de los candidatos más que en diferencias programáticas o partidistas. Aunque durante décadas los demócratas han evitado declaraciones de tipo patriótico o bélico, recientemente la candidata Kamala Harris resaltó su admiración por el incomparable poderío letal del ejército estadounidense y la obligación de hacerlo más fuerte. Y, temas otrora típicos republicanos -como la limitación efectiva de la migración mediante fronteras mejor controladas o actuar decisivamente y más fuerte contra China- hoy forman parte del repertorio de la candidata demócrata.
La diferencia entre los dos partidos y sus convenciones parece estar dada solo por los colores que les distinguen: azul o rojo. Bueno también en el de sus candidatos: uno de piel naranja y la candidata de tez morena. Entre sus estilos sí hay otras diferencias, Trump da discursos erráticos, interminables en los que no deja de alabarse, pero que atrapan al oyente por su autenticidad; en política exterior, confía en su capacidad personal para relacionarse con líderes autocráticos, como Kim Jong-un para alcanzar objetivos. Harris, por el contratrio, basa sus discursos en lo buenas personas que son los demócratas, en la superioridad moral e intelectual de éstos. Sus discursos parecieran de una predicadora del bien que trata de transmitirnos su calma en estos complicados tiempos. En el tema de política exterior ella confía en sus aliados de la OTAN que comparten las cualidades demócratas.
Las elecciones presidenciales de Estados Unidos son un proceso financiado con aportes millonarios a los partidos, provenientes de lobbies de grandes transnacionales, de los gigantes informáticos y de la industria privada en general. Entonces la política estadounidense interior y exterior -independiente de su representante oficial en la casa blanca- debería responder a los intereses de quienes la financian de mayor o menor forma.
En definitiva, por lo menos en política exterior no debemos tener muchas esperanzas de que algo vaya a cambiar, lo más probable es que el gasto en defensa se incremente, se propulse un nuevo Maidán en Georgia, así como se generen leyes a favor de los gigantes como Amazon, de los del Silicon Valley y se extienda su poder y control informático. Europa, particularmente Alemania continuará en su papel de sumiso esclavo; de ganar Trump probablemente la relación con éste genere un poco de fricciones en un inicio, pero nada que no pueda pavimentarse de incrementar la cartera de defensa europea en nombre de la democracia y la libertad. Netanyahu continuará en su papel de cowboy ajusticiador del medio oriente.
De ganar Kamala Harris el único cambio tangible sería que Donald Trump no podría presentarse a una nueva elección, es decir terminaría la era Trump. La única incógnita de la ecuación geopolítica estadounidense que quedará por resolver será la del dólar y de la economía anclada a éste. Muy difícil panorama. No se vaticinan buenos tiempos para el mismo.
Sindicatos o abusos
Por Aurelio Dávila
0 comentarios