El 18 de septiembre comenzaron los cortes de energía en Ecuador. Eran en la noche y, en teoría, cualquier planificador, gerente o padre de familia debería haber estado pensando en formas de solucionar las tareas que tenía bajo su responsabilidad frente a la crisis que se venía avizorando desde hace un par de meses.
Al parecer, todos nos preocupamos menos las autoridades locales. Considerando que el Gobierno Autónomo Descentralizado de nuestra ciudad tiene competencias sobre el tránsito desde abril de 2013, lo mínimo que esperábamos los ciudadanos era una planificación medianamente decente para atender la movilidad de la capital, Quito.
Nada de eso sucedió. Nos encontramos con varias intersecciones importantes sin agentes que dirijan el tráfico, calles cerradas con cintas amarillas y civiles tratando de ser agentes de la AMT, generando un caos en el que es casi imposible avanzar en cualquier recorrido.
Más allá del tema de la movilidad, la crisis en sí comenzó en septiembre. Sin embargo, el Alcalde de Quito y su equipo decidieron tomar medidas hasta el 25 de octubre. Al parecer, como cualquier político, debe haber pensado: “no pasa nada” o “ya va a pasar”. Pero hoy sabemos que solucionar el problema energético no será sencillo ni rápido.
La gran mayoría de las personas trabajamos con planificación, desde las madres que deciden qué cocinar ese día para la familia, hasta los adolescentes que se organizan para reunirse con amigos. Entonces, ¿cómo es posible que todos tomemos previsiones y planifiquemos menos que el Alcalde? Esto es una falta de respeto que, aparentemente, se le permite y se repite cada semana.
Ahora, el nuevo temor de los ciudadanos no es solo la delincuencia o la falta de luz, sino la clara advertencia del Alcalde, quien mencionó que podríamos desabastecernos de agua. Basándonos en la experiencia de ver a Pabel sentado en la alcaldía, podemos inferir que tampoco está planificando ni considerando las maneras en que la ciudad de Quito podría sobrevivir sin el líquido vital.
No solo estamos en manos de un gobierno nacional inepto, sino también de uno seccional que no está a la altura, prácticamente vivimos un Quito Sin Alcalde.
La trampa invisible (I)
Por Roberto López
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