El caso Pelicot ha impactado profundamente en la opinión pública francesa y a nivel mundial. El abuso del que fue víctima Giséle Pelicot es estremecedor: fue drogada por quien fuera su esposo y, en un estado cercano al coma, sufrió violaciones sistemáticas por alrededor de 80 hombres; de ellos, aproximadamente 50 han sido llevados a juicio.
Giséle Pelicot se ha convertido en un referente para las mujeres a nivel mundial, transmitiendo un mensaje contundente: “la vergüenza debe cambiar de bando”. Históricamente, los abusadores se han beneficiado del miedo y la vergüenza que sienten las mujeres al denunciar a sus agresores.
La vergüenza ha sido empleada durante décadas para controlar y disciplinar a las mujeres, contribuyendo así a la impunidad en casos de violencia sexual principalmente. Esto también se debe al trato que reciben las víctimas por parte del sistema de justicia, que las culpabiliza y, en muchos casos, invierte la responsabilidad de los hechos.
Giséle y su defensa técnica lucharon para que el juicio en contra de quien fue su esposo y sus agresores fuera público logrando que, en cierta medida, la vergüenza recaiga sobre quienes cometieron este atroz delito que comprendía el uso de la sumisión química para abusar de ella. El movimiento de mujeres en Francia y en el mundo han acompañado a Giséle Pelicot haciéndole saber que no está sola, que la respaldan.
En el caso de nuestra región, este caso debe inspirar una demanda social más fuerte para fortalecer nuestros sistemas de justicia y adoptar de manera efectiva la perspectiva de género.
El caso Pelicot dejará una huella profunda en la sociedad francesa y esperamos que su lucha tenga eco a nivel mundial y NUNCA MÁS la vergüenza recaiga en las víctimas.
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Por Jorge Gallardo
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