Somos el país que se niega a discutir sus problemas de fondo. Conscientes de que nacen de la Constitución, nos negamos a instalar el foro para debatir una reforma constitucional -no de maquillaje, como las consabidas consultas que no cambian nada- sino uno que analice a fondo lo que pasa. Y sobre todo ‘por qué ‘ nos pasa, para poder corregirlo: una Convención Constitucional.
Utilizo esta expresión -y no la clásica de ‘Asamblea Constituyente’- para referirme al histórico evento que se llevó a cabo en Filadelfia, el año 1787: la Convención Constitucional que dió a luz al presidencialismo que teníamos hasta el 2008, cuando Correa lo sacó de la Constitución.
La Constituyente es más conocida pues se hizo en Francia 2 años después. Nació de una revolución [derrocamiento de reyes incluído] y 19 mil guillotinados; hechos que dieron lugar a la época de “el terror”. Sin dejar de lado a pintorescos personajes como Maria Antonieta y sus sórdidas aventuras palaciegas.
En cambio, lo que había sucedido al otro lado del Atlántico 2 años antes, era menos llamativo: 13 colonias inglesas que, luego de independizarse se habían reunido en un cónclave llamado ‘Convención de Filadelfia’, no para ‘refundar’ el Estado, sino para darse un orden medianamente racional que permitiera la convivencia y el progreso de todos.
Bueno, esa es la clase de foro que necesitamos: una Convención Constitucional que redacte un racional ‘Instrument of Goverment’. No para ‘reinventar´ el narcoestado de Correa, sino para acabar con él.
Como la expresión que utiliza la Constitución es Asamblea Constituyente, eso es lo que se puede convocar. Pero el 1er día de sesiones, le cambiamos el nombre a ‘Convención Constitucional’ de acuerdo con las reglas electorales redactadas por los ciudadanos convocantes, sin necesidad del Gobierno a quien no le interesa. Si es que reunimos el millón y medio de firmas que se requieren para convocarla.
Así, mientras 17 candidatos juegan a engatusarnos con sus intrascendentes propuestas de ‘cambio´, ‘we, the people’ podemos encontrar -por fin- nuestro verdadero rumbo. El que Ecuador necesita.
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