La imagen de niños realizando tareas escolares a la luz de un teléfono celular en un centro comercial, mientras los apagones son la cotidianidad de un país en la oscuridad, se ha convertido en el símbolo de una crisis que va más allá de la falta de electricidad. Los cortes de energía, lejos de ser una simple molestia, están generando un profundo impacto en la salud mental de la población.
Expertos en salud mental coinciden en señalar que los apagones recurrentes están provocando un aumento significativo de:
• Ansiedad y estrés: La incertidumbre sobre cuándo se restablecerá el servicio y la imposibilidad de planificar las actividades diarias generan una sensación constante de alerta.
• Sentimientos de vulnerabilidad: La dependencia de la electricidad para realizar tareas básicas y mantener el contacto con seres queridos se ha visto comprometida, lo que mina la sensación de seguridad.
• Disminución de la productividad: Tanto en el ámbito laboral como en el educativo, los cortes de energía interrumpen las rutinas y dificultan la concentración.
• Aislamiento social: La imposibilidad de comunicarse y relacionarse con otros debido a la falta de electricidad puede generar sentimientos de soledad y depresión.
Más allá de las consecuencias individuales, la crisis energética está teniendo un impacto profundo en la sociedad en su conjunto. Los pequeños comercios, que no cuentan con los recursos para adquirir generadores, están viendo cómo sus negocios se ven afectados, lo que a su vez genera desempleo y precariedad.
Un sorbito de cifras que nos deja sin aliento: Más de 3600 personas se quedaron sin trabajo en septiembre. Y si eso no es suficiente, la Cámara de Comercio de Guayaquil estima que los pequeños negocios pierden 12 millones de dólares por cada hora de apagón. Estas cifras son una clara señal de que la crisis energética está asfixiando a nuestra economía.
En el ámbito educativo, la situación es igualmente preocupante. Docentes y estudiantes se enfrentan a dificultades para llevar a cabo sus tareas, lo que impacta negativamente en el rendimiento académico.
La pregunta que surge es: ¿por qué estamos permitiendo que esta situación se prolongue en el tiempo? ¿Será suficiente el alcance a la Ley de Competitividad Energética que está en debate, actualmente, para resolver, por lo menos, a mediano plazo la crisis que enfrentamos? Para responder a esta pregunta, debemos considerar lo siguiente:
• ¿Cómo se articulará con la legislación vigente? Es necesario evaluar cómo la nueva ley complementará y fortalecerá la ley mencionada.
• ¿Se facilitará la inversión privada? Eliminar las trabas burocráticas y ofrecer incentivos claros serán fundamentales para atraer inversiones.
• ¿Habrá una verdadera alianza público-privada? La crisis exige una respuesta coordinada entre el Estado y las empresas privadas.
La crisis energética no solo afecta nuestros bolsillos o nuestra comodidad, sino que está erosionando los cimientos mismos de nuestra sociedad.
¿Recuerdan la pirámide de Maslow?
Aquella que nos enseña que las necesidades básicas, como el acceso a la energía, son fundamentales para nuestro bienestar. Al verse privadas de estos elementos esenciales, las personas experimentan un desgaste emocional que se traduce en ansiedad, depresión y una sensación general de estancamiento. Es como si estuviéramos atrapados en el primer escalón de la pirámide, incapaces de avanzar hacia metas más altas. No podemos olvidar que la energía es un derecho humano fundamental. Ignorar esta realidad es condenar a millones a una vida de incertidumbre y privación.
Es hora de exigir soluciones reales y duraderas, antes de que los apagones se conviertan en la nueva normalidad y nuestra salud mental siga deteriorándose.
Navidad en un pueblo
Por Kléver Bravo
El artículo aborda asuntos de importancia para la sociedad: sobre todo, relacionados con lo principal que es la salud y, otros, como el impacto económico principalmente en las clases populares y el sector productivo.
Aparte, debo decir que, sobresale la voluntad de la autora, para impulsar soluciones y ejecutar proyectos, fundamentales para nuestro progreso.
Patricio Zuquilanda Duque