El término izquierda caviar surgió en Francia en los años 80, durante el gobierno de François Mitterrand y rápidamente se extendió a Europa y América Latina. Este concepto describe a aquellos que, desde una vida de privilegios y bajo un disfraz de compromiso social, disfrutan de lujos que contradicen sus supuestas convicciones ideológicas. Son los champagne socialists en el Reino Unido y la boliburguesía en Venezuela, por solo citar unos ejemplos.
Pero, ¿esta postura se limita únicamente a los intelectuales que disfrutan de recepciones lujosas, o a ciertos funcionarios de rango medio? ¿Acaso no abarca también a las cúpulas históricas que controlan regímenes vinculados con los proletarios en Nicaragua, Cuba o Venezuela? Al igual que la nomenklatura soviética, estas cúpulas gobiernan desde el privilegio mientras sus pueblos sufren pobreza, represión, falta de libertades y migración.
Si ahondamos en el caso cubano, durante mucho tiempo ha habido un intenso debate sobre la supuesta ortodoxia de sus líderes, aparentemente perdidos en viejos manuales soviéticos. Pero, ¿realmente están sosteniendo la hoz y el martillo, a qué parte del pueblo representan? Mientras predican austeridad, los altos mandos de Cuba, adornados con charreteras y medallas, se permiten mansiones con vistas al mar, coches de lujo, relojes caros y vacaciones en destinos exóticos.
Tras 65 años de dictadura, este “símbolo” de resistencia, como lo calificó el Papa Francisco, se ha convertido en una isla-cárcel. Y mientras los defensores a ultranza de este modelo afirman que el embargo estadounidense es la raíz de todos los males, olvidan que, tras más de 30 años de subsidios de la URSS, que ascendieron a 4 mil millones de dólares anuales, no se generó una infraestructura económica sólida en la Isla. ¿Por qué Cuba, un país productor de azúcar, tiene que importarla hoy junto al 80 % de sus alimentos? Europa con mucho menos recibido del Plan Marshall pudo reconstruirse tras la IIGM.
Fidel Castro, en sus 49 años de gobierno, ¿acaso no traicionó la promesa del Manifiesto de la Sierra Maestra, que proclamaba la restauración de la democracia? Su fortuna personal valorada en 900 millones de dólares según Forbes, ¿no es el epítome del “caviarismo” o es solo una calumnia imperialista?
Es inevitable preguntarse: ¿cómo pueden ciertos intelectuales continuar defendiendo tales atrocidades? ¿Acaso no es hora de cuestionar estos paradigmas y abogar por un enfoque más inclusivo y humano?
Navidad en un pueblo
Por Kléver Bravo
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