Ecuador vive una transición demográfica importante. Es una sociedad que está envejeciendo; sin embargo, continuamos creciendo en la primera infancia, en el grupo de edad desde el nacimiento hasta los 5 años. La discapacidad afecta a un grupo importante de la población en el país. Todas estas personas requieren cuidado.
Cuidado en muchos casos especializado y con capacidad de atender un abanico amplio de necesidades: nutrición, movilidad, aprendizajes, socialización, vivienda, agua, entre otras. El cuidado en sociedades como la nuestra básicamente ocurre en la familia, y son esencialmente las mujeres quienes cuidan para sostener la vida y lo hacen a lo largo de su ciclo vital. Muchas niñas cuidan a sus hermanos y dejan de estudiar, las mujeres muchas jefas de familia, solteras cuidan y trabajan a la vez. El tiempo que las mujeres dedican al cuidado es realmente significativo. Las nuevas reflexiones sobre el cuidado incorporan un componente emocional importante. El cuidado implica ofrecer posibilidades concretas y respuestas ante las necesidades de otras personas, por lo regular dependientes, por su condición, su edad, o la ausencia de prestaciones públicas y también por la imposibilidad de acceder a servicios de cuidado privados por su costo, distancia, accesibilidad o diferencias culturales. Pese a todo hay que cuidar. El cuidado es imprescindible. Sin cuidado no se puede asegurar la vida.
No todas las familias pueden costear el trabajo doméstico remunerado (externalizar el cuidado) en una sociedad con graves problemas de trabajo formal y ausencia de prestaciones de la seguridad social, para población con enfermedades catastróficas, discapacidades, adultos mayores o para la niñez en sus primeras etapas de la vida.
¿Qué es el cuidado? para algunos es una forma de sanar problemáticas que se ocasionan las imperfecciones del mercado. Es un recurso que esconde las insuficiencias de las políticas sociales y económicas. De hecho, la monetización de los cuidados en el caso ecuatoriano bordea los 6 mil millones de dólares anuales. Los trabajos de cuidado, se han estudiado desde la economía del cuidado: “es un trabajo de atención y relaciones humanas, se realiza para las personas del hogar (incluido el trabajo comunitario o de la familia ampliada) para la reproducción cotidiana, y podría ser realizado por una tercera persona y en esa medida es potencialmente intercambiable por un valor monetario”. Sin duda la sociedad entera se beneficia del trabajo de cuidado.
El cuidado asegura el consumo y la producción asalariada, en suma, el funcionamiento del trabajo reconocido como productivo.
Otros autores señalan que el cuidado no se visibiliza porque está en la esfera de la familia “en el mundo privado que es natural o propio de la mujer por su naturaleza”. Es un trabajo no remunerado, infravalorado y causa enormes desequilibrios en la vida de las mujeres. Es un trabajo que nadie quiere hacer porque lo hacen las mujeres. Es una actividad femenina, no masculina. Se apuntala la esencia maternal/femenina del cuidado. Es un mandato para las mujeres.
Abordar el cuidado como un aspecto crucial de la política implica como subraya Tronto discutir el tipo de democracia (distribución de las responsabilidades) más allá de la familia y pensar sobre la sociedad del cuidado como prioridad para sostener la vida.
La carga de los cuidados expone la desigualdad que viven las mujeres en la esfera de las familias y que finalmente asegura un modelo económico y políticas fiscales cada vez más eficientes que recortan la provisión pública de estos servicios. La carga del cuidado para las mujeres se combina con formas de violencia y disciplinamiento que asegura la desigualdad de género. 6 de cada 10 mujeres sufre alguna forma de violencia en el Ecuador, sin duda corregir a las mujeres es una fórmula cultural y económica que beneficia y perpetúa la desigualdad en la matriz misma de las familias de los más diversos estratos sociales y culturales.
Esta reflexión es muy interesante, un tema muy poco tratado y tan importante. Puedo solo aportar con un dato, el 59,2% ( 22.068) de mujeres migrantes ecuatorianas en Italia se encuentran empleadas en el sector de servicios de cuidado a la persona. No se incluye en la estadística a las mujeres con doble ciudadanía.