En Ecuador, la ciudadanía exige diariamente al Presidente y a las autoridades seccionales acciones firmes para combatir un problema que afecta a cada familia en el país: la inseguridad. Es difícil no sentirse vulnerable al caminar por las calles oscuras y deshabitadas, especialmente en un contexto de crisis energética. Sin embargo, esta sensación de inseguridad no se limita a esos momentos.
Todo quiteño conoce la calle Chile en el centro histórico; no hay manera de transitar por esa zona sin cuidar atentamente de su teléfono celular, billetera o cartera. Hace algunos años, las abuelitas que llevaban aretes de oro solían quitárselos al llegar al centro. Esto se debe a que los “arranchadores” se esconden en medio del tumulto de personas y detrás de los puestos informales.
Aquí es donde surge la incoherencia ciudadana. Muchos exigen orden en las ciudades, pidiendo que vehículos, cocinas, canastas e incluso ropa dejen de ocupar las veredas, permitiendo un tránsito más libre. Quieren que se cumplan los requisitos para obtener permisos y usar el espacio público de manera responsable y respetuosa, como debería ser cuando se prioriza la convivencia en sociedad.
Sin embargo, del otro lado, hay ciudadanos que se oponen a la regulación del trabajo informal. Prefieren el caos y el desorden, permitiendo que el espacio público se utilice para fines privados. Es incoherente exigir seguridad en las calles mientras se aceptan espacios sucios e intransitables, que en muchos casos facilitan el escondite para la delincuencia.
También resulta contradictorio que la ciudadanía, especialmente la más incoherente, conociendo que es potestad de los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GADS) otorgar permisos y regular a quienes no pueden tener un local para vender sus productos, no exijan que los municipios cumplan con esa competencia.
Estos defensores parecen preferir que quienes dependen de estas actividades vivan al margen de la ley, rechazando la idea de que trabajar en la informalidad sea indigno, prefieren gritar a otros ciudadanos que a los cómodos burócratas que deben brindar soluciones.
Ojalá algún día se logre la coherencia, incluso dentro de la flexibilidad de sus principios justicieros.
Navidad en un pueblo
Por Kléver Bravo
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