Hace unos años, un comentario mío dio lugar a que la menor de mis sobrinas me espete un “tu tío y mi mamá son boomers”. Como buen boomer no acepté mi ignorancia de ni haber entendido la palabra (¿bumer?), pero estaba claro que algo tenía relación con explosión: ¡Boom! Y, talvez, ideas prehistóricas. Después de las consultas correspondientes, supe que ese término bendito se refiere a la generación de nacidos entre 1950 y 1965, el rango depende de la fuente de consulta.
En esencia, se trata de la generación que aumentó geométricamente el crecimiento demográfico, de ahí la expresión de explosión demográfica o “baby boomer” o simplemente “boomer”. En Ecuador, familias de seis a 10 hermanos no eran excepcionales, una festividad del núcleo familiar íntimo con abuelos, tíos y primos hermanos de ambas partes reunía con facilidad a 40 ó 50 personas.
Crecimos en un ambiente familiar básicamente marcado por el rol del padre que era parte del mundo laboral, pero no sabía freir un huevo; y, de la madre, quien estaba a cargo de los hijos y la casa; y su puesto asignado en el auto era el de copiloto. Se comía en familia, se comía todo y no había mucho espacio para la discusión. Cuando nos presentaban a los padres de los amigos o de la enamorada se los trataba de señor o señora o por su título académico.
Si bien nuestros padres siendo niños vivieron una fase de convulsión mundial causada por la II Guerra Mundial; la guerra con el Perú del 41; nuestra niñez estuvo marcada por movimientos sociales importantes como la lucha de Martin Luther King; la guerra de Vietnam; la guerra fría; la revolución cubana; las dictaduras militares en todo Latinoamérica; el fenómeno de la contracultura de los 60; los hippies; las drogas; entre otros. Viajábamos en bus: papero de 0,20 centavos, micro de 0,50 centavos o colectivo de 1 sucre. La televisión empezaba en la tarde y cerraba emisión en la noche. Crecimos con Batman y Robin, los Picapiedras, los Supersónicos. Esta última serie creo sirvió de base para todos los avances tecnológicos que son parte del día a día de generaciones posteriores.
Para nosotros, los boomers, tener un trabajo era el centro de vida, era difícil encontrar uno, de encontrarlo era mal pagado, por la ley de oferta y demanda del mercado y por lo sirvengüezas y explotadores que caracterizaba (caracteriza aún?) a la mayoría de empresarios. A uno casi le hacían un favor en darle trabajo e incluso remunerado, porque teníamos que aprender. La competencia era fuerte y eso obligaba a estar en un constante proceso de actualización de conocimientos.
En la actualidad, recibo aplicaciones de trabajo de muchachos de la generación de los Millenials y algunos de la generación Z. Las cosas han cambiando. En las entrevistas de trabajo la mayoría habla y escribe mínimo en tres idiomas, ha hecho varias pasantías académicas o privadas en el extranjero, esperan flexibilidad patronal total y el Work-Life balance es su credo. La huella de carbono empresarial es muy importante para ellos, pero quieren establecerse en España, trabajar por internet, tener espacio para su creatividad sin límites, que está por definición peleada con los horarios de oficina.
Están en contra de cualquier organigrama jerárquico, el tuteo es algo tácito. El sueldo tiene que corresponder a sus expectativas de Work-Life balance, además quieren un contrato de freelance para no aportar a ninguna seguridad social. En esencia, ellos nos hacen un favor al escogernos como empresa. Nacieron sabiendo. La experiencia laboral esperan leerla en alguna aplicación.
En cambio, los boomers aportamos a la seguridad social en forma masiva para que las generaciones anteriores tengan derecho a una jubilación justa y sin apuros. Asumíamos que la nuestra sería tratada de igual manera.
Las nuevas generaciones que entran al mundo laboral, sin embargo, son mucho más inferiores en número que nosotros los boomers. Eso no es culpa suya. El egoísmo y falta de solidaridad, ¡sí! Los boomers tendremos que trabajar hasta que se agote el cuerpo.
Algún día escuché a una comediante chilena decir que fuimos la generación que crecimos con miedo a los padres y ahora tenemos miedo de los hijos. Me parece, tal vez, la mejor caracterización de nuestra generación. Una generación única que trabajó y trabaja siempre para que las generaciones actuales tengan mejores días. Ojalá alguna aplicación les enseñe la solidaridad y otra les garantice su jubilación.
Gracias a mi sobrina sé ahora que mi actitud de vida es generacional. Soy boomer y no me compadezcan.
Sudamérica y las cumbres mundiales
Por Francisco Trejo
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