A simple vista, parece que lo peor ha pasado cuando el ojo de un huracán como Milton toca tierra. En ese momento, la calma vuelve a la zona cubierta por el centro de la tormenta: cesan los vientos, el cielo se despeja, y hasta puede salir el sol. Sin embargo, este aparente respiro es una peligrosa ilusión.
El ojo del huracán es una zona despejada y relativamente tranquila que se forma en el centro de estas poderosas tormentas debido a la baja presión y la evaporación del aire caliente, lo que impide la formación de nubes. Este espacio se genera por la fuerza centrífuga, como el vacío en el centro de una secadora de ropa.
A pesar de la tranquilidad, lo peor aún no ha llegado. Detrás del ojo se encuentra la pared de nubes cumulonimbos, donde se concentran los vientos más fuertes y las lluvias más intensas del huracán. Estas nubes, de gran desarrollo vertical, son responsables de la devastación que sigue cuando la tormenta retoma fuerza, lo que convierte este breve descanso en un preludio de la peor parte de la tempestad.
Los meteorólogos advierten que la calma del ojo no debe interpretarse como el final de la tormenta. De hecho, lo más peligroso suele venir después, cuando el huracán continúa su curso, intensificando sus efectos debido a fenómenos físicos como el efecto Coriolis, que aumenta la velocidad de los vientos en el hemisferio norte, especialmente en el lado derecho del huracán.
Así que, si alguna vez te encuentras en el ojo de un huracán, lo más prudente es permanecer a resguardo, pues el verdadero peligro aún está por llegar.
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