EDITORIAL. Los apagones están logrando lo que las urnas no han podido hacer en años: desenmascarar y poner en su sitio a cada mentiroso que ha gobernado el país, incluyendo al actual.
La última decisión de las autoridades energéticas de cortar el suministro al sector industrial es el epílogo de una cadena de desaciertos y negligencias que han llevado al sector eléctrico a terapia intensiva. Llevamos años, desde 2018, sin añadir un solo vatio, y mucho menos megavatios, para enfrentar la crisis energética, que ha sido un problema transversal en todos los gobiernos.
El estiaje de 2023 fue extremadamente seco. Por eso, el Cenace ya advertía en diciembre de ese año, durante una sesión de la Comisión de Fiscalización, que hasta marzo de 2024 se operaría en condiciones extremas. Sin embargo, esa previsión se quedó corta.
Los apagones de 2023 y los que se avecinan no son casualidad. Desde abril hasta octubre ya los hemos sufrido, y se podrían extender hasta principios de 2025.
Esto aún no termina, en realidad recién comienza. La temporada (abril-agosto), en la que se supone que debían llenarse los embalses de las hidroeléctricas, no lo hizo porque el estiaje se adelantó. El mismo Cenace anticipó a fines de 2023 que entre finales de 2024 y principios de 2025, durante el nuevo periodo de estiaje, también se espera operar en circunstancias críticas.
El estiaje es la pesadilla electoral de Noboa. Los apagones no desaparecerán, lo peor aún está por venir. Solo la naturaleza pondría fin a la oscuridad y las urnas a todo demagogo en su sitio.
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