Durán, la ciudad ‘secuestrada por el miedo y el crimen’, reportaje de El País de España

Oct 7, 2024

Lucía vive encerrada. No es una metáfora, es la realidad de muchos en Durán, la ciudad más peligrosa de Ecuador, donde hasta la luz del sol se convierte en un riesgo. Cuando reunió el dinero para reemplazar las frágiles paredes de caña de su hogar, no pensó en ventanas; pensó en seguridad. El resultado es un refugio cerrado donde solo los tímidos rayos de luz se cuelan por los agujeros del techo, reseña El País de España.

“Los drogadictos se metían a robar. Me cansé y cerré todo”, relata. Le han robado de todo: desde los zapatos de sus hijos hasta el cilindro de gas. El día que un ladrón se coló con cuchillo en mano, le entregó su teléfono sin resistencia. “¿Qué más pueden quitarme?”, se pregunta resignada.

En Durán, la violencia no se mide en cifras, sino en experiencias. Balaceras a plena luz del día, cuerpos quemados en la calle y sicarios que practican sus disparos a la vista de todos. Las bandas controlan cada rincón. Han instalado cámaras en casas para vigilar quién entra y sale, porque aquí el verdadero poder no está en el Estado, sino en los grupos delictivos que imponen sus propias reglas. “Esto es tierra de nadie”, afirma Lucía.

Las estadísticas solo corroboran la desesperanza: 65% de la población vive en la pobreza, el 42% carece de agua potable y la mitad de los barrios son asentamientos irregulares. Un caldo de cultivo perfecto para el caos. Las pandillas no solo pelean por el control de drogas; también dominan el acceso a servicios básicos, y extorsionan a los moradores a cambio de “protección”.

El toque de queda: Una medida simbólica

Hace dos meses, el presidente Daniel Noboa llegó con militares y policías, prometiendo la “redención” de Durán. La transmisión en vivo mostró la parafernalia de tanques y uniformados, pero una vez que las cámaras se apagaron, también lo hizo la seguridad. Un mes después del anuncio de militarización, 57 crímenes violentos dejaron claro que las palabras no protegen a nadie.

“Las balas vuelan a cualquier hora. Los niños ya no pueden salir ni al patio. No tenemos parques, ni tiendas, ni ferreterías. Todo ha cerrado por las extorsiones”, describe Jésica, vecina de Lucía, que vive bajo el yugo de una pandilla que incluso ha instalado cámaras para monitorear cada movimiento en su calle.

Un alcalde ausente y el miedo que se impone

El alcalde de Durán, electo en 2023, no ha pisado su oficina desde el día de su posesión, cuando sufrió un atentado. Desde entonces, ha desaparecido del ojo público y su equipo tampoco responde. Los ciudadanos están solos, atrapados en una ciudad sin ley, donde cada día puede ser el último.

“Paso encerrada en la casa con mis dos hijas. No hemos pisado un parque en dos años”, confiesa Jésica. Su pequeña hija de ocho años, en lugar de disfrutar su infancia, vive con pánico. En la escuela, no solo practican simulacros para terremotos, sino también para balaceras. “Cuando suena la alarma, tenemos que tirarnos al piso y abrazar las mochilas”, dice la niña con voz temblorosa. Hace unos días, una falsa alarma convirtió el aula en un mar de gritos y llanto. Aunque fue un error, el miedo era real.

Durán no es la misma ciudad donde los adolescentes se escapaban para caminar por el malecón. Hoy, caminar por las calles es un acto de valentía y salir de la ciudad antes del anochecer, una necesidad. Nadie sabe quién será la próxima víctima. Aquí, la vida es una rutina de sobrevivir a la violencia, el caos y la pobreza. “Todo está igual. No hay un lugar en Ecuador donde escapar de esto”, sentencia Rocío, una madre que se ha resignado a criar a sus hijos en una ciudad donde la muerte acecha a la vuelta de cada esquina.

Mientras las autoridades intentan imponer un orden que nunca llega, Durán se convierte cada vez más en un territorio abandonado por el Estado y gobernado por el miedo. Una ciudad donde la esperanza es un lujo y el silencio, una medida de seguridad, concluye el reportaje del medio español.



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