Los ciudadanos interesados en la suerte del país sostienen que ninguno de los candidatos ha expuesto un proyecto de país, un diagnóstico de los problemas y las soluciones que implementaría en caso de ser elegido presidente. El mensaje electoral es frívolo, la campaña tiene un carácter farandulero.
Andy Borowitz, en su libro Profiles in Ignorance, sostiene que los últimos presidentes de Estados Unidos han pasado por tres etapas: en la primera, políticos tontos pretendían que eran inteligentes; en la segunda, políticos tontos se sentían autorizados a parecer tontos; en la tercera, políticos inteligentes fingían que eran tontos.
En nuestra campaña electoral tenemos candidatos pertenecientes a las tres etapas. Todos ocultan la verdad, no saben o no quieren reconocer la gravedad de los problemas, y prefieren parecer tontos o nos toman por tontos y pretenden hacernos creer que son taumaturgos, magos, sabios o tocados por la suerte. Los candidatos se mienten y nos mienten.
El país no necesita falsos optimistas que nos ofrezcan la pócima para todos los males como vendedores de feria; necesita líderes que nos digan que avanzamos como mula ciega hacia el abismo, alguien que nos asuste, para que dejemos de ver la campaña como programa de entretenimiento.
Los presidentes empujan la crisis al que viene. Estamos acumulando problemas y tornándolos insolubles: inseguridad, desempleo, migración, deuda, crisis energética, seguridad social, corrupción; todo dejamos que vaya a peor para entregarlo al que viene, pero lo que viene es la tragedia nacional si continuamos por el mismo camino.
Dos personajes tenebrosos de la era correísta se presentaron en la comisión de fiscalización, uno para atacar y otro para defender a la ministra de gobierno; como si fuera un país abandonado que carece de líderes, condenado a repetir lo peor de nuestro pasado. ¿Quién será el candidato que nos cante las verdades, que nos asuste, que nos despierte y nos libere de los mercachifles de la política?
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