El 1 de octubre de 1949, cuando Mao Zedong proclamó la República Popular China, el país estaba devastado por la guerra y la pobreza.
Pero 75 años después, China ha logrado transformarse en una de las principales potencias económicas del mundo, con aspiraciones de convertirse en la primera economía global.
Sin embargo, el éxito del denominado “milagro económico chino” no se debe a Mao, sino a las reformas de su sucesor, Deng Xiaoping, quien lideró el país hacia un cambio radical con su política de “Reforma y apertura” iniciada en 1978.
Esta estrategia económica sacó a 740 millones de personas de la pobreza y convirtió a China en una pieza clave de la economía global.
El salto del socialismo a la apertura económica
Bajo el lema de un “socialismo con características chinas”, Deng Xiaoping rompió con las políticas de Mao y planteó una serie de reformas enfocadas en la modernización de la agricultura, la liberalización del sector privado, la industrialización y la apertura al comercio exterior.
Estas transformaciones comenzaron en un país cuya economía estaba paralizada tras el fallido “Gran Salto Adelante” y la destructiva Revolución Cultural de Mao, que resultaron en millones de muertos y en una economía rural estancada.
La apuesta por las “cuatro modernizaciones”
El punto de inflexión fue en 1978, cuando Deng impulsó las llamadas “cuatro modernizaciones”: agricultura, industria, defensa y ciencia-tecnología.
Esto permitió un cambio hacia una economía en la que el mercado desempeñaría un papel más relevante.
La modernización agrícola incrementó la productividad, mientras que la creación de Zonas Económicas Especiales, como Shenzhen, atrajo inversiones extranjeras y transformó la región en un hub tecnológico comparable al Silicon Valley de EE.UU.
Con la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001, el país consolidó su papel en la globalización y se convirtió en la “fábrica del mundo”.
Sin embargo, a medida que la economía creció, también aumentaron problemas como la contaminación y la desigualdad.
Un régimen sin reformas políticas
Aunque el sistema económico de China se transformó, su estructura política ha permanecido inalterada.
El control del Partido Comunista sigue siendo estricto y las críticas a la falta de libertades políticas y los derechos humanos persisten.
Bajo el liderazgo de Xi Jinping, quien se considera el dirigente chino con más poder desde Mao, el país ha visto un aumento en la vigilancia y el control social, mientras el gobierno centraliza más poder y restringe el espacio para disidencias.
De la manufactura a la innovación
Hoy, China busca dejar atrás su imagen de “fábrica del mundo” para posicionarse como un referente en innovación tecnológica.
Sin embargo, enfrenta competencia en manufactura de países como Vietnam y Bangladesh, que han absorbido buena parte de la producción textil.
Al mismo tiempo, Pekín se enfoca en áreas de alta tecnología y almacenamiento de datos para liderar el futuro.
El camino que empezó en 1949 con un país agrario y pobre ha llevado a China a ser la segunda mayor economía del mundo.
Pero, con un crecimiento económico más lento y las tensiones políticas en aumento, el reto para el futuro será mantener su desarrollo sin perder el control del rígido sistema político que aún perdura.
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