Los candidatos presidenciales dedican meses e incluso años a hacer campaña, recorriendo una larga carrera política hasta llegar al poder. Aunque algunos tardan más que otros, todos parecen compartir un mismo patrón: promesas que no se cumplen. ¿Será diferente en las elecciones de febrero de 2025? Es imperativo que quien resulte electo conozca a fondo las necesidades del país y se comprometa a cumplir lo prometido en su plan de gobierno.
Parece que los ecuatorianos nos hemos acostumbrado a la triste realidad de las promesas incumplidas. Resulta irónico que, tras dejar el poder, algunos expresidentes incluso publican libros en los que destacan sus “legados”. Esto podría parecer un chiste, pero no lo es.
Lasso, con una gestión marcada por una débil gobernabilidad, en su campaña prometió no aumentar los impuestos. Si bien redujo algunos como el ISD, el ICE y el IVA, también incrementó el impuesto a la renta para aquellos que ganan más de 2.000 dólares al mes, generando un ingreso extra de 1.900 millones de dólares anuales para el Estado.
Asimismo, a los jóvenes estudiantes, les ofreció eliminar la Secretaría de Educación Superior (Senescyt), pero se encontró con el obstáculo de que esto requería una reforma constitucional. Al final, solo eliminó el examen de ingreso a universidades que gestionaba la Senescyt, delegando esa responsabilidad a las universidades públicas, que en muchos casos seguían necesitando el apoyo de dicha entidad.
Otro caso notable fue el del ex mandatorio Lenín Moreno, quien, bajo su lema de campaña “Toda una Vida”, prometió vivienda digna para todos. En su plan inicial, ofreció construir 325.000 casas bajo el programa “Casa para Todos”. Sin embargo, en 2018 redujo la meta a 220.000 viviendas, atribuyéndolo a la crisis económica, y tras la pandemia, el objetivo se ajustó a 142.000. Al final de su mandato, solo se habían construido alrededor de 123.000 viviendas, según el Ministerio de Vivienda.
En el tema educativo, si Moreno hubiera cumplido con sus promesas de campaña, Ecuador podría haber visto la creación de 40 nuevas universidades técnicas y la reapertura de 2.000 escuelas rurales. Sin embargo, estas promesas quedaron en el aire.
Historias como estas se repiten con el presidente actual y anteriores. Por eso el valor de conocer esta fase previa a elecciones cuando los candidatos inscriben sus candidaturas y presentan sus planes de gobierno, que deben incluir:
Un diagnóstico de la situación actual.
Objetivos generales y específicos.
Un plan de trabajo plurianual con propuestas y estrategias a ejecutar si resultan electos.
Mecanismos públicos y periódicos para rendir cuentas sobre su gestión.
El gran problema es que, según muchos analistas, casi nadie lee estos planes de gobierno, y “rara vez” influyen en la decisión de voto. Pocos ciudadanos son conscientes de que el incumplimiento de estos programas puede ser una causa para iniciar procesos de revocatoria de mandato.
Por ende, es frustrante ver cómo, elección tras elección, los candidatos hacen grandes promesas que luego no cumplen. Una vez en el poder, descubren los problemas económicos, culpan al gobierno anterior y se desvían de lo que inicialmente prometieron. El pueblo ecuatoriano no merece ser engañado una y otra vez de manera tan descarada
La trampa invisible (I)
Por Roberto López
0 comentarios