El gran showman acaba de dar la espalda a decenas de millones de espectadores.
Al menos por ahora.
La negativa de Donald Trump a participar en otro debate presidencial con la candidata demócrata Kamala Harris marca un momento significativo en la campaña de 2024 y deja entrever la vulnerabilidad de una carrera política construida sobre los cimientos de su fama televisiva y su dominio de la puesta en escena.
El expresidente dijo que no necesita una revancha porque ganó el debate del martes por la noche, a pesar de las abrumadoras críticas que decían que tuvo un desempeño fallido contra una vicepresidenta que superó a una exestrella de reality.
“Porque hemos hecho dos debates y porque tuvieron éxito, no habrá un tercer debate. Es demasiado tarde de todos modos, las votaciones ya han empezado”, dijo Trump durante un alocado discurso de campaña en Arizona este jueves, refiriéndose también a su primer debate contra Joe Biden, en CNN en junio, que llevó al presidente a ser empujado fuera de la carrera por su propio partido.
Pero hay una posible explicación alternativa: que a Trump –quien normalmente no puede resistirse a una oportunidad de dominar la pequeña pantalla– no le apetezca que se repita un enfrentamiento en el que no estuvo preparado ni centrado y desperdició su mejor oportunidad de derribar a su oponente en unas elecciones de suspenso. El expresidente podría tener razón al mitigar el riesgo; después de todo, las encuestas muestran que está en un empate con Harris en una carrera en la que los fundamentos de las principales prioridades de los votantes como la economía y la inmigración pueden favorecerle.
Tras el encuentro del martes en el escenario, Harris había dicho que ella y su oponente se debían a los votantes un nuevo debate. El movimiento de Trump abrió el camino para que el equipo de la candidata demócrata se regodeara en que él tiene miedo de debatir con ella y para impulsar una actuación en la que ella se burló e increpó a un expresidente malhumorado con fanfarronería y una sonrisa. El principal asesor de campaña de Harris, David Plouffe, tachó a Trump en la red social X de “gallina”.
El candidato republicano suele cambiar de opinión. Pero su anuncio de que no habrá otro debate pareció más firme que muchas de sus declaraciones y giros anteriores.
Su acto en Arizona –que aparentemente iba a centrarse en la política económica, a juzgar por un telón de fondo en el que se leía “No tax on tips” (“No a los impuestos sobre las propinas”) y “Make Housing Affordable” (“Que la vivienda sea asequible”)– reveló que Trump sigue echando humo por el deabte del martes por la noche. Dedicó un largo rato al principio de su discurso a repasar el debate, quejándose amargamente de las respuestas de Harris y diciendo que ABC News le había tendido una trampa. Su letanía de quejas, sin embargo, contradecía su afirmación de que había ganado. “La gente dijo que yo estaba enfadado en el debate, enfadado, y sí, estoy enfadado porque él (Biden) permitió que 21 millones de extranjeros ilegales invadieran nuestras comunidades”, dijo Trump, utilizando cifras no verificadas sobre la inmigración indocumentada.
Harris insiste en que lleva las de perder y una nueva polémica envuelve a Trump
El giro de Trump en contra de un segundo debate con Harris se produjo mientras ambos candidatos intensificaban sus campañas con un intercambio de ataques en los últimos días. Trump también quedó envuelto en otra controversia por el tipo de acompañantes extremistas en sus actos de campaña, tras asistir a una conmemoración del 11 de septiembre con Laura Loomer, una polemista de extrema derecha conocida por promover teorías conspirativas sobre los atentados de 2001. Incluso Marjorie Taylor Greene, la congresista de Georgia cuya inclinación por las teorías conspirativas la ha hecho popular dentro del movimiento “Make America Great Again”, criticó a Loomer por un comentario en redes sociales “espantoso y extremadamente racista” que denigraba la herencia indoamericana de Harris.
El furor sobre si habrá otro debate y la proximidad de Loomer a Trump son ejemplos de las acaloradas polémicas que estallan en los finales de las campañas, que a menudo pueden parecer irrelevantes para el resultado final. Pero ahora que la reñida contienda se ha reducido a la rutina diaria de unos pocos cientos de miles de votantes en unos pocos estados, estas tormentas de fuego revelan mucho sobre los candidatos y sus campañas.
La extrema actitud defensiva de Trump y la exuberancia de Harris este jueves en Carolina del Norte muestran cómo piensa cada campaña que le fue a su candidato en el debate.
Como hizo tras su eufórica convención en Chicago, la candidata demócrata suplicó a sus seguidores que no se confiaran. “Comprendan que somos los perdedores”, dijo la vicepresidenta a una multitud en Charlotte.
Aún es demasiado pronto para que una masa crítica de encuestas pueda trazar el verdadero impacto del debate en la carrera a ocho semanas del día de las elecciones. Y el resultado de los debates no suele ser un buen indicador del resultado de las elecciones.
Pero los itinerarios de los candidatos este jueves mostraron que cada bando entiende lo reñidas que pueden ser las elecciones. Los demócratas no han ganado Carolina del Norte desde 2008, pero el estado podría ayudar a allanar un camino alternativo a la Casa Blanca si Harris no puede ganar la crítica Pensilvania. El viaje de Trump a Arizona puso de relieve que un estado que una vez pareció teñirse de rojo, cuando Biden aún era candidato, vuelve a ser competitivo con Harris como candidata, ya que ella ha ampliado el mapa electoral para los demócratas.
Ambos candidatos necesitan ganarse a los votantes moderados, suburbanos e indecisos de los estados disputados. Y están adoptando enfoques muy diferentes para hacerlo. Este jueves, Harris prometió unir al país y cortejó a los republicanos tradicionales descontentos con Trump. Ella promocionó sus respaldos del ex vicepresidente del Partido Republicano Dick Cheney y su hija, la exrepresentante de Wyoming Liz Cheney, y agregó: “Demócratas, republicanos e independientes están apoyando nuestra campaña”.
Si Harris intenta seducir a los suburbios, Trump pretende asustarlos. Rumió una serie de oscuros escenarios en torno a la idea de que Estados Unidos estaba siendo invadido por extranjeros, presos fugados y delincuentes que abrumaban las pequeñas ciudades con el “crimen migratorio de Harris”. Repitió las falsas afirmaciones difundidas por los conservadores de que los inmigrantes haitianos de Springfield, Ohio, roban y se comen a las mascotas.
Aunque de vez en cuando retomó lo que parecía ser un texto preparado que destacaba las dificultades económicas de los estadounidenses –anunció que propondría acabar con los impuestos sobre las horas extraordinarias, por ejemplo–, Trump mostró exactamente la misma falta de concentración que lo perjudicó en su actuación en el debate. Y de nuevo pareció más dispuesto a desplegar su retórica extravagante y su humor negro que a abordar los temas que podrían hacerle ganar las elecciones.
Por momentos, Trump se desvió hacia extrañas distracciones. Por ejemplo, y no por primera vez, pareció obsesionado con el tamaño de un hombre grande en el auditorio. Preguntó: “¿No era ‘The Apprentice’ un gran programa?” y recordó con nostalgia la última noche de su campaña electoral en 2016. También relató conversaciones con la ex primera dama Melania Trump en las que él la llamaba “cariño” y ella criticaba sus chistes, su pelo y su costumbre de burlarse de la forma en que Biden bajaba un tramo de escaleras.
Cada vez es más evidente que Trump está rindiendo por debajo de lo esperado en su propia campaña. Sus impactantes anuncios y su candidato a la vicepresidencia, J.D. Vance, están presentando argumentos económicos más agudos que él.
Aun así, Trump sigue por delante de Harris en la mayoría de las encuestas cuando se pregunta a los votantes en quién confían más para gestionar la economía y la inmigración. Así que, aunque su retórica parezca atroz a muchos progresistas, su mensaje resuena claramente entre millones de estadounidenses. En el argumento económico, enterrado en lo más profundo de su discurso, sobre la actuación de la administración Biden-Harris dejó entrever las razones por las que el expresidente aún puede ganar las elecciones. Su comportamiento durante la mayor parte de su discurso en Arizona demostró por qué puede que no.
¿Mantendrá Trump su negativa a debatir de nuevo con Harris?
La continua indisciplina del expresidente este jueves sugiere una razón por la que su campaña puede no querer que su candidato vuelva a subirse a un escenario de debate, después de que 60 millones de personas vieran su primer encuentro con Harris.
Pero Bryan Lanza, un alto asesor de la campaña de Trump, insistió en que se trata de una decisión táctica. “No tiene que ver con estar asustado, tiene que ver con cuáles son nuestras prioridades hacia el final de las elecciones”, dijo en “The Situation Room” de CNN. Lanza añadió: “Tenemos mejores oportunidades a través de entrevistas individuales –a través de nuestros mítines, a través de ir a estos estados y tener este impacto– que yendo a un debate que va a apilar la baraja contra el presidente Trump”.
Pero el gobernador de Illinois, el demócrata J.B. Pritzker, dijo que Harris había intimidado al expresidente. “Donald Trump estuvo débil, sinceramente dio la impresión de estar un poco desesperado”, dijo Pritzker a Wolf Blitzer. “Kamala Harris se mostró fuerte y presidencial. Si tuviera otro debate con ella y volviera a ocurrir, eso sería todo para su campaña: estaría acabado”.
Pritzker estaba dando la mejor imagen de Harris. Pero ella podría no tener el mismo rendimiento en un segundo debate. Y en 2016, la candidata demócrata Hillary Clinton fue juzgada ganadora de cada uno de sus debates con Trump, pero fue él quien juró el cargo en enero siguiente.
No todos los que conocen a Trump creen que su decisión sea definitiva. Alyssa Farah Griffin, comentarista de CNN que solía trabajar como directora de comunicaciones de Trump en la Casa Blanca, prevé un escenario en el que el expresidente podría cambiar de opinión si se encuentra en desventaja cerca del día de las elecciones.
“Yo predeciría que podría cambiar de opinión sobre esto”, dijo Griffin en “The Situation Room”.
“Si Kamala Harris sube en las encuestas por su actuación en el debate, donde la mayoría de la gente piensa que ganó, podría ver un mundo en el que en un par de semanas Donald Trump dijera: ‘La reto a un debate’”, dijo Griffin.
“Puedo verlo pensando, si las cosas se ponen un poco más apretadas en el tramo final de ocho semanas, que podría necesitar un gran momento para seguir siendo competitivo contra ella”.
Por Análisis de Stephen Collinson / CNN
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