Lo más dañino se da cuando un político miente, especialmente en tiempos de campaña. Sus mentiras causan grandes expectativas en la población, dado que sus discursos prometen y prometen. Al final, poco o nada se ve de lo prometido. Ahí viene la justificación: “no hubo presupuesto”, “los responsables se cambiaron de camiseta”, “el cambio climático”, “nos traicionaron”, “la oligarquía es la culpable”, “se reventó la llanta del carro”, “se murió mi abuelita”. En fin. Mentiras que vienen, mentiras que van.
Es muy común escuchar, de boca de los políticos, una frase de campaña que por poco nos convence: “juntos combatiremos la corrupción”. Por el lado de los líderes sindicalistas, escuchamos con frecuencia la frase “nos iremos hasta las últimas consecuencias”. En el campo de la justicia, el juez que anticipa su sentencia al decir: “aplicaremos el máximo rigor de la ley”. O el joven enamorado que recita a su amada: “te amaré para toda la vida”.
Asimismo, es muy seguido escuchar con toda la certeza al gerente, rector, comandante, ministro o autoridad de la misma estatura, eso de que “las puertas de este ministerio estarán siempre abiertas”. ¿El comandante abrirá siempre sus puertas para escuchar la voz de sus subalternos? Las puertas del rectorado, ¿siempre abiertas? ¿El ministro estará siempre listo, y con las puertas abiertas de par en par para escuchar las quejas, sugerencias o palanqueos?, o es que “el ministro está en reunión y no puede atenderle”, luego de la pregunta de rigor de la secretaria: “¿tiene cita?”.
Hay mentiras de menor calibre en los niveles de perjuicio a la comunidad. Nos referimos específicamente a las mentiras piadosas, ya que estas se borran en pocos minutos. Son esas mentiras pronunciadas en el día a día y sirven de cortina de humo para quienes la pronuncian, incluso sirven para salvarse de apuros, dependiendo de la circunstancia. Estas mentiras tienen un mínimo grado de cinismo, ya que el daño es menor por ser repetidas con toda naturalidad. Además, tienen un efecto fantasma; es decir, aparecen y desaparecen. Pues aquí no ha pasado nada.
En cuanto a las mentiras del Distrito Metropolitano, ni siquiera los sociólogos se han dado cuenta que allí florecen las mentiras más diplomáticas del territorio nacional. Su fama de Chulla quiteño es reforzada con ocho mentiras piadosas de repetición ordinaria, sin que por ello se desdibuje su vivacidad, gracia y habilidad de conquista. Gramaticalmente hablando, son mentiras pronunciadas en tiempo futuro, especialmente en los momentos de despedida:
“Asomarás”
“Llamarás”
“No te perderás”
“Dejaraste ver”
“Está de reunirnos”
“Irás por la casa”
“Saludarás en la casa”
“Estamos en contacto”
Por todo esto, amigo lector, asomará los jueves; aquí, en Ecuador en Vivo. No se perderá.
Muy de acuerdo con lo que has escrito en este artículo. Indicas la verdad de lo que sucede y muchas veces no nos damos cuenta. Este rato lo comparto
Es la falta de valores provenientes de cada. Sino fortaleces valores continuarán las mentiras