Nuestro país es mundialmente admirado por sus paisajes espectaculares y la riqueza de sus recursos naturales. Sin embargo, esa belleza no basta para garantizar que podamos vivir con dignidad.
La campaña presidencial ha comenzado, y con ella, un ejecutivo que busca la reelección ofrece promesas como la gratuidad de kilovatios hora. Una propuesta que, irónicamente, llega justo cuando nos advierten sobre posibles cortes de luz porque, simplemente, ¡no hay suficiente energía!
Aún más preocupante es que, desde el gobierno central, no parece haber el más mínimo interés en monitorear el trabajo de los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GADs), ni en atender las quejas de los ciudadanos, y mucho menos en hacer frente a los incendios que han cubierto varias ciudades de Ecuador bajo un manto gris de cenizas.
Uno esperaría que un presidente, comprometido con una visión global, hubiera actuado de inmediato. Que hubiera convocado a los alcaldes y alcaldesas, poniéndoles a disposición el contingente humano de las fuerzas armadas, o al menos haciendo sentir su presencia para asegurarse de que se actuara con prontitud y efectividad.
Pero nada de eso ocurrió. Y, como resultado, ciudades como Quito, Loja, Cuenca, Cotopaxi, e Imbabura, entre otras, quedaron sumergidas en la desesperanza. Una vez más, tuvimos que volver a usar mascarillas, no por una pandemia, sino por la falta de gestión en el control de incendios.
Mientras los incendios arrasaban nuestros paisajes, surgían denuncias sobre la mala administración de recursos en los cuerpos de bomberos. Sin embargo, seguimos sin una vigilancia seria de parte de las autoridades. No hay un liderazgo que realmente se preocupe por la ciudadanía.
Es claro que ni el presidente ni nuestros alcaldes y alcaldesas tienen interés en nosotros. Ecuador sigue siendo, en sus manos, una ciudad de ceniza.
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