La crisis en Venezuela toma un giro dramático con el exilio de Edmundo González Urrutia, ex candidato presidencial opositor, quien viajó a España el pasado fin de semana tras recibir asilo político.
Este movimiento se produjo luego de que las autoridades venezolanas lo acusaran de sabotaje y otros delitos, y se emitiera una orden de captura en su contra. González, que desafió al presidente Nicolás Maduro en las urnas, alega que las acusaciones son infundadas y una estrategia para silenciar a la oposición.
En paralelo, el gobierno de Maduro revocó su consentimiento para que Brasil custodie la embajada de Argentina en Caracas, donde se encuentran refugiados seis opositores.
Fuerzas de seguridad rodearon temporalmente la sede diplomática, lo que muchos interpretan como un rechazo definitivo a cualquier posibilidad de negociación para resolver la crisis política que se intensificó tras las elecciones del 28 de julio, en las que Maduro fue proclamado ganador por las autoridades electorales, aunque la oposición cuestiona estos resultados.
Tamara Taraciuk, experta en Venezuela del Diálogo Interamericano, considera que el exilio de González refleja una escalada en la represión.
Según ella, el régimen de Maduro ha establecido un entorno de represión más fuerte, con más de 2.000 detenciones arbitrarias y más de 25 muertes tras las elecciones.
Taraciuk argumenta a BBC Mundo que la salida de González, aunque muestra una aparente victoria para el régimen al desarticular a un opositor prominente, no cambia el contexto subyacente: la mayoría de los venezolanos siguen oponiéndose al gobierno actual.
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Taraciuk también destaca que, aunque el régimen de Maduro pueda considerar el exilio de González como una ventaja, la realidad es que la oposición ha demostrado capacidad para organizarse y mostrar pruebas de que González ganó las elecciones. Esto ha dejado claro que el descontento con el régimen sigue siendo profundo, independientemente de las maniobras del gobierno.
Sobre la posibilidad de una negociación, Taraciuk sugiere que no es inevitable un régimen autoritario como el de Nicaragua en Sudamérica.
Ella sostiene que una fuerte presión internacional podría abrir un espacio para la negociación. La comunidad internacional, especialmente países como Brasil, Colombia, México y EE.UU., tiene un papel crucial en coordinar una respuesta efectiva para presionar al régimen de Maduro hacia una solución negociada.
En cuanto a la situación interna del chavismo, Taraciuk observa que la fragmentación dentro del poder en Venezuela podría ofrecer oportunidades para el cambio.
Ella enfatiza la necesidad de un mensaje coordinado y firme de la comunidad internacional para que el régimen sienta un costo alto por sus acciones y se abra a una transición democrática.
Finalmente, Taraciuk señala que la coordinación entre países y organizaciones internacionales es fundamental para ejercer presión y evitar que Venezuela se convierta en un estado criminal que genere un éxodo masivo.
La postura de líderes latinoamericanos como Lula, Petro y López Obrador también será crucial en los próximos meses para definir el rumbo de la crisis venezolana.
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