Turingia y Sajonia, estados del este de Alemania, tuvieron elecciones al parlamento recientemente. Los resultados han desatado una ola de estupor: por primera vez en 94 años, un partido de extrema derecha sale victorioso desde la II Guerra Mundial. El AfD (Alternativa para Alemania) barrió en Turingia e incluso alcanzó 10 escaños más que los que tenía en 2019, llegando a 32; le seguía el Partido Demócrata Cristiano (CDU) con solo 23 escaños de los 88 diputados que conforman el parlamento.
En Sajonia, el AfD quedó en segundo lugar, pero pisándole los talones a los democrata cristianos, que lograron 42 escaños justo por delante de la AfD con 41 diputados (tenían 38 en 2019), de los 120 escaños del parlamento sajón.
Si bien el AfD creció en el parlamento respecto de 2019; también hubo otra sorpresa con el Partido Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), que alcanzó una representación de 15 diputados tanto en Turingia como en Sajonia, convirtiéndose en la tercera fuerza política más votada. Lo que impacta es que a diferencia del AfD, con más de 11 años en la política, el BSW participa por primera vez en estas elecciones nacionales, ya que se conformó como partido en enero, o sea tiene menos de un año de trayectoria política.
Los discursos para atraer a los votantes del AfD y del BSW, además, tenían en común la migración, el cese de la guerra en Ucrania y el claro rechazo al gobierno de coalición de socialistas, liberales y verdes, conocido como “gobierno semáforo”. Hay que remarcar que la gran diferencia de la posición del AfD es que es definitivamente de ultraderecha, nacionalista y xenófoba; por el contrario, Sahra Wagenknecht es una líder carismática con un partido producto de la descomposición y escisión del partido de izquierda “Die Linke” (“La Izquierda”).
En esencia, partiendo que ningún partido va a aliarse con el AfD, éste no podrá gobernar en ninguno de los dos estados, no tendría tampoco la minoría de veto requerida de un tercio en Sajonia, pero sí la tendrá en Turingia lo que creará dificultades de gobernabilidad.
Es inquietante que el triunfo del AfD se da en la misma región donde los nazis participaron por primera vez en un gobierno regional en 1930; tres años más tarde, el presidente Paul von Hindenburg nombraría a un tal Adolf Hitler Reichskanzler (canciller del imperio), iniciando lo que sería uno de los períodos más oscuros de la historia alemana; y, mundial. ¿Mera casualidad? Considero que sí, porque si bien es cierto que la realidad socio-económica alemana actual se ha deteriorado notablemente en comparación con la fase previa a la guerra de Ucrania, extrapolar las condiciones de aquella época de los 30tas a la actual basándose en el triunfo electoral de un partido de ultraderecha en dos estados es insensato. Hitler se sirvió de la democracia para acabar inmediatamente con ella y dar lugar a su estrategia de guerra. En la actualidad los que están a favor de la guerra son los partidos establecidos y financiados por las multinacionales de la industria armamentista atlántica.
Los resultados de estas elecciones son en esencia una bofetada al gobierno del semáforo -con 20% de aceptación-. La gran mayoría de los votantes del AfD en estos dos estados no son ni ultraderechistas ni nazis ni persiguen la guerra, están simplemente cansados de una política sin norte, sin liderazgo, de permanentes discusiones internas entre pseudo-líderes ególatras y arrogantes, con políticas diametralmente opuestas y ajenas a las necesidades y realidades del pueblo alemán. Qué esperaban?
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Por Francisco Trejo
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