Cuando pensamos en “lo virtual”, a menudo recordamos las ventajas que descubrimos durante el encierro de la pandemia, un período en el que la tecnología nos permitió mantenernos conectados con aquellos a quienes más extrañábamos. Hoy en día, sin embargo, el mundo virtual ha evolucionado de manera preocupante, convirtiéndose en un terreno fértil para amenazas y delincuencia, donde la integridad y la seguridad de las personas parecen estar en constante riesgo.

Este tema me preocupa especialmente después de leer sobre las recientes amenazas que sufrió Wilson Merino, concejal de la alcaldía que ingresó con el partido Revolución Ciudadana. Merino fue blanco de amenazas públicas en la red social X (anteriormente conocida como Twitter) en respuesta a sus críticas sobre el retiro de arbolado urbano en San Juan por parte de la administración municipal.

Las amenazas no fueron un caso aislado. En la cuenta del concejal, encontré numerosos mensajes negativos y ataques, a menudo cargados de insultos. Los perfiles que atacaban a Merino también incluían mensajes de apoyo a la administración del alcalde Muñoz, al expresidente Correa y a otros miembros del partido Revolución Ciudadana. Esta coincidencia plantea una pregunta inquietante: ¿estamos frente a un fenómeno de granjas de trolls?

Estas cuentas, que a menudo se esconden tras identidades ficticias y nombres numéricos, parecen estar diseñadas para apoyar a ciertos actores políticos y atacar a sus detractores. Esta red de apoyo digital, que no es gratuita, revela un sistema complejo y oscuro detrás de las apariencias.

Lo que resulta aún más alarmante es que estos comportamientos pueden estar vinculados a los contratos millonarios que la alcaldía ha firmado para gestionar la comunicación del Municipio, con un monto cercano a los tres millones de dólares. Surge la inquietante posibilidad de que parte de estos recursos se destinen a tácticas de intimidación y manipulación en el ámbito virtual, utilizando la tecnología no para promover el diálogo constructivo, sino para amedrentar a los ciudadanos que se oponen a la administración actual.

La dualidad del mundo virtual es evidente: mientras que ofrece oportunidades para la conexión y el intercambio de ideas, también puede ser un campo de batalla donde se libran guerras de desinformación y hostilidad. Es fundamental que la sociedad y las autoridades reflexionen sobre cómo se utilizan estos recursos y se aseguren de que la virtualidad no se convierta en un terreno de opresión y control.