Siendo su padre un ejecutivo de una importante aerolínea estadounidense, Javier Moro tuvo la suerte de viajar desde muy joven por varios países de África, Asia y América.
Pero cuando cerca de la década de 1970 su progenitor comenzó a trabajar para Viasa, la extinta aerolínea bandera de Venezuela, su vida se transformó.
Sus frecuentes visitas a ese país hicieron que en él naciera una gran fascinación por la nación sudamericana.
El escritor español cuenta que tiene vivos recuerdos de un lugar próspero, con un gran dinamismo económico y una modernidad que en los años 70 no veía en su Madrid natal.
Sus vínculos con Venezuela y la crisis política que azota al país desde hace más de una década lo motivaron a escribir “Nos quieren muertos” (2023), un libro en que relata la historia de Leopoldo López, el líder opositor venezolano que acabó en el exilio, y explica cómo la democracia venezolana “se fue deteriorando poco a poco”.
El escritor aborda también la actualidad del país, de nuevo en conflicto por el resultado de las elecciones del 28 de julio.
Mientras el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia dan como ganador a Nicolás Maduro sin que se hayan publicado las actas de votación, los resultados mostrados por la oposición muestran una clara victoria de Edmundo González.
La justicia, afín al oficialismo, emitió este lunes una orden de arresto contra González.
“Creo que quieren meterle miedo y facilitarle la huida a Miami o a Madrid y así lo habrán matado políticamente”, dice Moro.
El novelista recibió en 2011 recibió el Premio Planeta por “El imperio eres tú” y en 2018 se hizo con el Premio Primavera de Novela por “Mi Pecado”.
BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Querétaro, que se celebra del 5 al 8 de septiembre.
Tu padre trabajó para Viasa y conociste Venezuela en los años 70. ¿Qué recuerdos tienes de aquel país?
Venezuela era un país en el que yo quería vivir porque era un lugar muy próspero.
La gente ganaba mucho dinero y se veía, se sentía prosperidad en todos lados comparado con España.
En aquella época Venezuela tenía autopistas enormes y coches que no había en mi país.
Recorrí todo el país: me enamoré de su selva, y estuve con los indios yanomami.
Yo iba mucho a Venezuela, precisamente porque mi padre trabajaba para Viasa y teníamos muchos amigos venezolanos.
Mi juventud estuvo muy vinculada a ese país. Por eso, de alguna manera acabé escribiendo este libro años después.
¿Qué queda de esa Venezuela que conociste en esa época?
Muy poco.
Yo conocí la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, cuando él viajaba con un séquito de 70 personas y era un líder que pisaba fuerte, porque Venezuela era un país riquísimo, aunque sólo fuese por el petróleo.
Es verdad que también era un país corrupto. No podemos idealizar todo el pasado.
Era una nación donde había separación de poderes, pero se puede decir que el poder judicial también estaba sujeto a las presiones de la élite.
Venezuela era una democracia, pero no era una democracia perfecta. Era una democracia muy sui géneris.
Pero el país funcionaba, era el más rico de Sudamérica. Luego llegó Hugo Chávez y en poquísimo tiempo lo convirtió en el más pobre de esa región.
Me parece inaudito que aún haya gente que siga defendiendo eso.
¿Por qué eliges la figura Leopoldo López?
Quise escribir un libro que contara la Venezuela madurista desde adentro, que contara lo que implica vivir en Caracas bajo el gobierno de Nicolás Maduro y cómo ha afectado a una familia como la de Leopoldo López, que era una familia de clase media alta.
Es un político que se enfrentó al régimen y su familia terminó siendo perseguida de una manera salvaje. Se entregó voluntariamente, lo metieron en la cárcel y lo torturaron.
Pensé que era un excelente personaje porque tiene un aura de héroe en el sentido clásico de la palabra. Él pudo haberse ido a Miami, pero se entregó a la justicia chavista, sabiendo perfectamente que no tendría un juicio justo y que lo iban van a empapelar.
Y eso hicieron. Le hicieron un juicio amañado y lo condenaron a 14 años de cárcel, de los cuales acabó cumpliendo siete, cuatro en la cárcel de Ramón Verde, tres en casa por cárcel y uno en la embajada de España.
En el libro cuento cómo se organiza toda la familia para sobrevivir al embate de la tiranía, porque en Venezuela ya no se puede decir que hay una dictadura.
En las dictaduras se cumplen ciertas reglas y se respetan ciertas normas; el país se ha convertido en una tiranía sin normas y con una arbitrariedad absoluta.
Estamos viendo como un ciclo.
Lo que está pasando con María Corina parece que ya lo hemos vivido con Leopoldo López y con Juan Guaidó, con quien también vivimos la falta de reconocimiento internacional de Maduro.
Lo que pasa es que siempre que se repite la historia también tiende a repetirse de una manera distinta. Nunca es igual.
Yo espero que ahora se consiga finalmente liberar al país del yugo madurista.
En el libro dices que Chávez se dedicó a dinamitar la democracia de Venezuela y nadie ni adentro ni afuera del país entendía bien lo que estaba pasando. ¿Cómo pasó esto?
Pasó metódicamente. Chávez fue muy astuto y consiguió convencer a las élites venezolanas que lo ayudaron a auparse en el poder y pensaron que podrían controlarlo.
Siguió los dictados del hombre que más admiraba, que lo sedujo y se convirtió en el arquitecto de la Venezuela actual: Fidel Castro. Fue un escudero muy fiel del cubano y se dedicó a sabotear la democracia por dentro.
Primero cercenó la libertad de expresión, hizo que personas allegadas a él compraran medios de comunicación y cerró otros que no sentían simpatía por su causa.
Luego le tocó a la justicia. Apresó a la jueza María Lourdes Afiuni, quien se negó a obedecer a Chávez en un caso en el que el exmandatario le pidió meter preso a un banquero y ella no lo consideró justo y lo liberó.
Chávez se enfadó tanto que la mandó a condenar, y aún hoy sigue presa.
Ahí se acabó la independencia judicial, porque el caso creó tanto miedo en los demás jueces que nadie más se atrevió a desobedecer sus órdenes.
Luego se hizo con los militares mediante el caso de Raúl Baduel, quien era un militar amigo suyo y compañero de promoción.
Baduel se opone a la cubanización del ejército y Chávez lo manda a detener, le atribuye un juicio por traición y lo mete en la cárcel, en donde murió en 2021.
Ahora a los militares no se les pide que sean leales a la Constitución, sino al chavismo.
Luego les quedaba atemorizar a la sociedad civil. Por eso tomaron a Leopoldo López, le montaron un juicio y lo metieron preso. Así quedó la sociedad atemorizada y se destruyó la democracia.
¿Qué piensas de la orden de captura que el gobierno venezolano ha emitido contra Edmundo González?
Si la ejecutan, la orden de captura puede ser el final del régimen.
Creo que quieren meterle miedo y “facilitarle” la huida a Miami o a Madrid y así lo habrán matado políticamente.
Es inaudito que unos delincuentes cuyas cabezas tienen precio metan preso al presidente electo de un país.
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