“Entonces nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre,” escribió Primo Levi en su conmovedor relato Si esto es un hombre. Un testimonio que reveló la brutalidad inenarrable del Holocausto. Hoy, sus palabras resuenan con una inquietante actualidad al enfrentar el genocidio en Gaza, donde la magnitud del sufrimiento palestino nos obliga a cuestionar nuestra humanidad.
Con más de 40.000 muertes, en su mayoría mujeres y niños, Gaza no es solo un campo de batalla, sino un símbolo aterrador de exterminio sistemático. Los bombardeos y la demolición metódica de viviendas exponen una crueldad deliberada. Aunque el término “genocidio” es fuerte y controvertido, se hace necesario considerarlo cuando se busca destruir no solo vidas, sino también la identidad y existencia misma de un pueblo.
El pasado 22 de agosto en Quito, una marcha contra la guerra culminó con la quema de la bandera israelí frente a la embajada de Israel. Este acto cargado de simbolismo revela una paradoja dolorosa: el símbolo de un pueblo que sufrió genocidio se convierte ahora en un emblema de represión hacia otro. Y sería crucial distinguir entre el sionismo, el pueblo israelí y los judíos en el mundo, quienes también ven en la bandera de la Estrella de David un símbolo de resistencia. Sin embargo, más allá de religiones, ideologías o nacionalismos de cualquier índole, el conflicto exige una respuesta global inmediata.
¿Cómo es posible que permitamos un genocidio en pleno siglo XXI, mientras la paz se desvanece en un ideal cada vez más abstracto? La inacción ante el sufrimiento en Gaza revela no solo la brutalidad del conflicto, sino también la irracionalidad de una humanidad que sigue ignorando la necesidad de una convivencia pacífica. La paz no puede devolver a los mutilados sus miembros cercenados ni reparar los cuerpos destrozados por las bombas, pero es nuestra única esperanza para restaurar la dignidad y el sentido común en un mundo que no puede permitirse más indiferencia.
Como expresó el poeta inglés John Donne, “la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad.” Las campanas que doblan por Gaza nos llaman a actuar. Es imperativo que enfrentemos esta crisis con la urgencia que demanda el momento. ¿Cuánto más debemos esperar para exigir el cese inmediato de esta tragedia?
0 comentarios