Investigaciones recientes han revelado que incluso los casos leves de COVID-19 pueden dejar secuelas en el cerebro. Un estudio chileno realizado a 73 adultos que padecieron COVID-19 de manera leve a moderada, y que no presentaron insuficiencia respiratoria, demostró que aquellos que experimentaron pérdida del olfato (anosmia) mostraron cambios en la estructura y función cerebral. Estos pacientes presentaron un grosor cortical reducido y una menor integridad de la materia blanca, lo que se asoció con conductas más impulsivas.
El estudio, publicado en Scientific Reports, utilizó evaluaciones cognitivas y resonancias magnéticas para analizar los efectos a largo plazo del virus. Los expertos señalaron que la gravedad del episodio agudo de COVID-19 está relacionada con el deterioro cognitivo y las alteraciones cerebrales, incluso en quienes no desarrollaron síntomas neurológicos durante la enfermedad.
La anosmia, que puede durar meses después de la recuperación, podría ser un marcador temprano de daños cerebrales persistentes. Los investigadores subrayan la importancia de incorporar evaluaciones neurológicas en el seguimiento de los pacientes que se han recuperado de COVID-19 para identificar y tratar estas secuelas a tiempo.
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