TESTIMONIO: María Isabel Velázquez, madre de un adolescente
que provocó y fue víctima de un accidente hace 21 años
“Era un sábado 3 de noviembre de 2003. Alrededor de las 4 de la tarde, mi esposo prestó el auto a nuestro hijo menor, de 19 años, quien quería pasear con sus amigos. Cayó una tempestad con granizo, como casi nunca en Riobamba, por lo que se le recomendó que condujera con cuidado.
Cerca de las 7 de la noche sonó el teléfono, convencional todavía en ese tiempo. Una señora me informó que mi hijo y sus amigos habían sufrido un accidente de tránsito.
Salimos asustados y presurosos. Llegamos a la avenida Canónigo Ramos, en donde hay una bajada en la que los jóvenes hacen alarde de ser buenos conductores y bajaban a gran velocidad. En ese tiempo no había tanto tráfico como hoy, gracias a Dios.
La escena que encontramos fue espantosa: el auto estaba con las llantas hacia arriba, totalmente destruido y en el sentido contrario. Empecé a gritar ¡mi hijo! mi hijo!, ¡¿qué le pasó?!, ¡¿dónde está?!
Una señora me calmó y me informó que a todos los chicos les ayudaron a salir por las ventanas y que estaban en una casa cercana. Corrimos hasta allá, solo tenían golpes y raspones; les abrazamos, dimos gracias a Dios y regresamos a casa.
Luego tuvimos que hacer un sinfín de trámites y, además de la pérdida del vehículo, tuvimos que pagar los daños en los árboles, en el parterre, un nuevo poste de alumbrado público.
En total, serían unos $8.000, pero nada cuesta más que tenerlos a todos sanos y salvos. La angustia al pensar que a tu hijo le pasó algo grave, incluso la muerte, es inexplicable. Por eso, controlar la velocidad es vital.
Esa fue una gran lección aprendida como padres para no dar los autos a los jóvenes inexpertos y ávidos de explorar sensaciones nuevas. Ahora mi hijo es un doctor en Derecho responsable en todo aspecto y nunca más tuvo problemas al manejar.
Estoy de acuerdo con las multas y, si es el caso, con la prisión de 3 días por conducir a exceso de velocidad ya que, especialmente los choferes “profesionales”, abusando de sus grandes carros, son temerarios y causan espantosos siniestros que enlutan a la sociedad.
Todos debemos respetar las leyes de tránsito para evitar tanto dolor y muerte. Mi recomendación a los padres: NO presten sus autos a los chicos. Todo a su debido tiempo”.
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