Todos preguntan por qué hay tantos candidatos presidenciales en un país tan pequeño. Un político puede buscar el poder porque tiene vocación de servicio, por megalomanía, por vanidad, para participar en el presupuesto electoral, para hacerse conocer, para buscar alguna alianza, para garantizar la supervivencia del partido, por complicidad con el narcotráfico.

Consideremos una causa adicional que incentiva a los candidatos: el correísmo tiene un techo muy bajo que le impide ganar en la segunda vuelta y el anticorreísmo del presidente Noboa está bajando según algunas encuestas. Son las dos fuerzas políticas dominantes y han intentado monopolizar la campaña reduciendo a los demás candidatos a simples figurantes.

Al resucitar la disyuntiva correísmo – anticorreísmo se pretende dividir al país en dos bandos obligando al electorado a elegir entre ellos por adhesión, por miedo, por costumbre. Si las dos fuerzas dominantes se desinflan obligarán a pensar en tres posibles escenarios hacia el final de la campaña.

El primero sería que el correísmo se allane a su destino de perder la presidencia. Incluso que a su líder ni siquiera le interese la victoria porque ningún presidente aceptaría ser manejado a control remoto. Que le interese solamente la Asamblea Nacional. La participación de varios candidatos correístas parece buena estrategia para la Asamblea, pero mala para la presidencia.

El segundo sería que la intención de voto del presidente Noboa siga bajando hasta niveles preocupantes para la derecha y busquen una alternativa. Noboa tiene por delante riesgos electorales como la vicepresidente, los apagones, la inseguridad y la parálisis económica.

El tercer escenario sería el crecimiento de otro candidato en la derecha que aparezca más claramente contrario al correísmo y más habilitado para derrotarle. Podría hacer cambiar la sentencia acuñada en las últimas elecciones, según la cual el que llega segundo gana, por otra que diga el tercero puede ser presidente.