La relación de Matthew Perry con la ketamina comenzó como un tratamiento terapéutico en una clínica, pero terminó en una adicción que presuntamente lo llevó a la muerte, exacerbada por la compra ilegal de la droga a médicos y a una traficante apodada la “reina de la ketamina”. Este caso refleja cómo la facilidad de acceso a este potente anestésico, legalmente obtenido en clínicas y a través de proveedores de telesalud, puede derivar en graves consecuencias.
En los últimos años, han proliferado las clínicas y los servicios de telesalud que ofrecen la ketamina como un tratamiento rápido para la depresión, muchas veces sin la adecuada supervisión reguladora. Los pacientes, tras una consulta virtual, pueden recibir la ketamina directamente en sus hogares, lo que ha hecho que el fármaco esté disponible para decenas de miles de personas.
La ketamina se promociona en redes sociales con imágenes de personas felices bajo el sol, promesas de transformaciones rápidas y testimonios de superación de traumas emocionales. Sin embargo, la muerte de Perry en octubre ha subrayado los peligros asociados con esta sustancia, especialmente cuando se utiliza sin las precauciones necesarias. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) no ha aprobado la ketamina para el tratamiento de trastornos mentales y ha advertido sobre los riesgos de su uso.
La falta de regulación y supervisión ha hecho que las autoridades no puedan responder a preguntas básicas sobre cuántos pacientes están recibiendo ketamina y si los proveedores de salud están siguiendo las directrices necesarias para prevenir el abuso, la adicción y muertes accidentales.
El caso de Perry es un trágico recordatorio de los riesgos asociados con el uso indebido de ketamina. Según Anne Milgram, administradora de la Agencia Antidroga, Perry se volvió adicto a la ketamina intravenosa tras buscar tratamiento para la depresión y la ansiedad en una clínica local. Cuando los médicos de la clínica se negaron a aumentar su dosis, otros dos médicos vieron una oportunidad para lucrarse y le suministraron ketamina de forma ilegal.
El aumento del uso recreativo de ketamina en los Estados Unidos es evidente, con un incremento en las incautaciones de la droga y los reportes de sobredosis. Aunque la ketamina puede ser prometedora como tratamiento para la depresión, su uso sin la debida supervisión médica plantea riesgos significativos para la seguridad de los pacientes.
La muerte de Perry ha generado un debate sobre la necesidad de una regulación más estricta en el uso de la ketamina, especialmente en entornos domiciliarios. La FDA emitió recientemente una advertencia sobre la ketamina de farmacia, utilizada a menudo por servicios de telesalud, señalando que no está aprobada por la agencia y advirtiendo sobre los riesgos de su uso no controlado.
El caso de Perry pone de manifiesto la necesidad de un equilibrio entre el acceso a la ketamina para quienes la necesitan como tratamiento y la implementación de medidas de seguridad que prevengan el abuso y las tragedias como la que acabó con la vida de la estrella de Friends.
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