¿Qué sería de Ecuador, si el mariscal Antonio José de Sucre llegaba a la presidencia de la nueva República en 1830? ¿Qué sería de Ecuador, si Fernando Villavicencio ganaba las elecciones de 2023? Estas preguntas no tienen una respuesta inmediata, porque los dos personajes fueron asesinados en el momento preciso, en la víspera de una esperanza, en el lugar ya determinado por sus asesinos. Y no fueron solamente crímenes políticos. También fueron crímenes históricos.
Vamos con el primero. La muerte del mariscal Sucre dejó el camino libre a Juan José Flores para que sea el prime presidente de un país de oscuro nacimiento. Venía de Bogotá, pensando que la Gran Colombia todavía sobrevivía, pero en el camino supo que aquella patria grande ya se había fragmentado. No viajaba solo. Le acompañaba Andrés García, diputado cuencano; el sargento Colmenares; el sargento Caicedo; el “negro” Francisco y dos arrieros.
Cruzando la selva de Berruecos, la mañana del 4 de junio de 1830, Sucre recibió tres balazos, dos en la cabeza y uno en el corazón, lo que produjo su muerte. Fue enterrado en el lugar del crimen, tiempo después fue trasladado a Quito por orden de Mariana Carcelén, la viuda. Al parecer, el diario bogotano El Demócrata, unos días antes ya anunció este asesinato, manifestando que “puede ser que Obando haga con Sucre lo que nosotros no hicimos con bolívar”. Es decir, aquí ya aparece uno de los autores intelectuales del asesinato, a sabiendas que los autores materiales fueron un tal Erazo, conocido por sus antecedentes criminales y tres peones; todos estos, al mando de un tal Morillo, pues una serie cartas convergen en la culpabilidad de estos criminales.
En tierras ecuatorianas, otro sospechoso apareció en esta historia, Juan José Flores, quien había enviado a Colombia a un tal Guerrero en calidad de coordinador del asesinato. Incluso viajó a Guayaquil días antes del hecho, anunciando la muerte del mariscal, cuando aún no se diera el crimen.
Ahora vamos con el segundo. Villavicencio fue asesinado días antes de las elecciones. Su lucha incesante apuntaba a la peste más peligrosa: los narcotraficantes, la narcopolítica, los narcoguerrilleros… Murió por las balas de los sicarios que, días más tarde fueron capturados, y días más tarde asesinados en los centros penitenciarios. O sea, todo planificado, perfectamente planificado. Si leeríamos su libro Arroz verde: la industria del soborno, apuntaríamos sin duda alguna a sus autores intelectuales, pero en esta tierra que el Pichincha decora, poco o nada se lee.
Rebobinado las preguntas: ¿Qué sería de Ecuador, si el mariscal Antonio José de Sucre llegaba a la presidencia en 1830? O ¿Qué sería de Ecuador, si Fernando Villavicencio ganaba las elecciones de 2023? Igual, serían asesinados, porque en esta tierra donde nunca se rompió el yugo servil del delito, y donde la virtud es de poca creencia; además, porque la madre todopoderosa llamada impunidad es eso, todopoderosa. ¿Fueron a la cárcel los autores intelectuales de Sucre o de Villavicencio? Se ve claramente que el crimen de 1830 o el crimen de 2023 tampoco son pura coincidencia. Matones al poder. Viva la patria.
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