Fernando Vallejo es colombiano. Pero se lo sospecha sin problemas de prestar el título de su genial novela ―en la que retrata a Medellín tras el aluvión del narcotráfico y otros males, tan políticos como delictuales― para encabezar el momento que vive el peronismo en su epicentro, la Argentina.
Justo ahora que el compendio estratégico del peronismo se viene exportando al mundo (y España, y sus partidos políticos, de la mano de Pedro Sánchez, son prueba de ello), en la mismísima patria de Perón y Evita, su versión más posmoderna, el kirchnerismo, hace implosión por obra y gracia del expresidente Alberto Fernández.
Y es que al señor Fernández no solo lo bajó del avión del fraude, Nicolás Maduro, días antes de las denuncias, cuando se aprestaba a participar de observador del saqueo electoral venezolano, sino que le explotó una investigación judicial por un desfalco multimillonario contra el Estado por la contratación de seguros, en la que aparece como principal responsable junto a su secretaria María Cantero, el esposo de esta y un sinnúmero de exfuncionarios de su (des)gobierno.
Hasta aquí nada nuevo en la corrupta viña del kirchnerismo y de buena parte de la clase política de los campeones del mundo. A lo largo de la investigación, jueces y fiscales se encontraron con mensajes de WhatsApp, chats y fotos en el teléfono de Cantero por parte de su esposa y ex primera dama, Fabiola Yáñez, denunciando sucesivas agresiones y golpizas, dentro de la residencia presidencial. Pedía ayuda, incluso a la entonces ministra de la Mujer y Género, sin obtener respuesta.
Una vez que Yáñez confirmó esta semana la denuncia en sede judicial, los patrones políticos del país se alteraron, el peronismo sufrió un sismo con innumerables réplicas y el kirchnerismo comenzó a evaporarse sin remedio. Todo con el habitual desentendimiento de la María Félix nacional y popular, “doña” Cristina Fernández de Kirchner, mentora y titiritera del golpeador Fernández, quien se hacía llamar “el primer presidente feminista de la Argentina (sic)”.
A todo esto, el presidente Javier Milei anda más que agradecido. En medio de la nada, en materia de logros económicos, salvo cierto control inflacionario, debería levantar un altar a Fernández y Fernández, ofrecerle una candidatura en las próximas elecciones a Yáñez, actriz al final de cuentas, como también lo fue Evita, e interpretar la Marcha peronista como réquiem en alguno de sus shows. Hasta aquí nadie ha hecho más por su gobierno que la “querida Fabiola”, como solía llamarla su esposo.
Además de la corrupción por doquier, el narcotráfico exacerbado, la pobreza que campea en cada esquina y la democracia que no cesa en su degradación a lo largo y ancho del mundo, a la Argentina y su cuerpo rector, el peronismo, solo les faltaba la violencia de género en las altas esferas del poder para que la novela fuera completa y, de paso, poder proponerle a Vallejo, quien supo tener la nacionalidad mexicana, si no anda con ganas de aquerenciarse en esa generosa tierra, fértil de historias como a las que a él le gustan y nacionalizarse argentino.
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