Los medallistas

Ago 11, 2024

Por Alberto Dahik

Jefferson Pérez abrió en 1996 un camino que antes había sido imposible para el Ecuador: el de obtener una medalla olímpica para el país. Aunque oficialmente tuvo una de oro (1996) y otra de plata (2008), en realidad debieron ser dos de oro, pues se comprobó que el atleta que ganó la de oro cuando él ganó la de plata se había dopado.

Richard Carapaz, Neisi Dajomes y Tamara Salazar nos devolvieron la alegría en Tokio 2020 tras dos olimpiadas, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, donde no tuvo el Ecuador presencia en el medallero.

Hasta el momento de escribir este artículo, el Ecuador ya acumula cinco medallas (una de oro, dos de plata y dos de bronce) en los Juegos Olímpicos París 2024: dos de Daniel Pintado, una de ellas junto con Glenda Morejón, una de Lucía Yépez, una de Angie Palacios y otra de Neisi Dajomes.

El mérito de estos héroes deportivos es enorme. Sin apoyo del Estado, muchos de ellos con una niñez llena de carencias, sin ninguna facilidad para la práctica de sus actividades, fueron labrando el camino a la gloria a base del esfuerzo, la disciplina, la dedicación y la convicción de que hay que hacer las cosas bien.

Estos excelsos deportistas que han bañado de oro, plata y bronce a nuestro Ecuador son precisamente todo lo contrario de lo que es la actitud generalizada del país.

El pueblo ecuatoriano, engañado por el populismo, la demagogia y la mentira, quiere todo gratis, todo con subsidio, que no se le cobren impuestos, y que el Estado haga todas las inversiones que se necesitan.

Con esa actitud, nuestros gloriosos deportistas no hubiesen conseguido ni una medalla de papel. La historia de cada uno de ellos debería ser leída obligatoriamente en las escuelas, para que los niños aprendan que no hay nada fácil, que para salir adelante como país el camino es largo, que no hay soluciones mágicas y que solo un esfuerzo permanente, constante y siempre ceñido a un plan, a una ruta preconcebida, y a los criterios técnicos en cada deporte, se puede llegar a la meta, y escuchar el himno nacional, y ver la bandera del Ecuador izada en los podios olímpicos.

Ninguno de estos deportistas tuvo lujos en su niñez, ninguno tuvo un auto con chofer para llevarlo a entrenar, ninguno tuvo premios económicos o subsidios. Solo tuvieron la garra, la fuerza interior, la motivación y la ambición de cumplir un sueño.

Esa debe ser la actitud del estudiante, del obrero, del empresario, del maestro, del sacerdote, de los políticos, de los servidores públicos, del artista, del médico, de todo profesional, de todo artesano, de todo trabajador; cumplir con el deber, haciendo bien las cosas, para que así el Ecuador pueda ser más grande, y pueda salir algún día de la postración económica y social que nos agobia.

No los aplaudamos, no nos regocijemos si no estamos dispuestos a imitar su actitud y su sacrificio en nuestro diario vivir.

Los ecuatorianos debemos recordar siempre que la vida premia los esfuerzos, no las excusas, y que estas últimas ocupan un lugar de privilegio en nuestra conducta y forma de ser. 



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