La tranquilidad de la avenida La Coruña, en el norte de Quito, fue nuevamente perturbada por el eco de operativos policiales. A pesar de las repetidas advertencias, un night club en la zona decidió desafiar una vez más las órdenes de clausura impuestas por las autoridades.
El establecimiento, que ya había sido clausurado el pasado 23 de marzo por operar sin los permisos municipales requeridos, decidió seguir operando en la clandestinidad. Este desafío a la ley no pasó desapercibido. El 7 de agosto, la Policía y la Agencia de Control Metropolitana (AMC) volvieron a intervenir, sorprendidos al encontrar los sellos de clausura una vez más removidos.
Durante la inspección, lo que las autoridades descubrieron iba más allá de la simple desobediencia: perros en condiciones deplorables, tarjetas temáticas esparcidas por el lugar, radios de comunicación, máscaras, y hasta un arma blanca. El ambiente clandestino seguía funcionando como si nada hubiera pasado, ignorando la medida cautelar.
La Unidad de Bienestar Animal (UBA) intervino rápidamente para rescatar a los animales maltratados, mientras que el Municipio decidió imponer una severa multa de USD 9.000 al establecimiento, una cifra que refleja la reincidencia y el desprecio por la legalidad.
Este nuevo episodio subraya el desafío que representan los negocios clandestinos en la ciudad, donde la intervención de las autoridades no siempre es suficiente para mantener el orden. ¿Qué sigue? La vigilancia continua y la esperanza de que esta vez, la clausura sea definitiva.
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