En 2020, Ecuador cerró una década con un mayor número de jóvenes en el país, lo cual no siempre se ha reflejado en mayores apuestas y acciones institucionales a su favor. Aunque se observa una generación más preparada y con mejor acceso a servicios, esto no significa que se hayan superado las brechas de desigualdad, discriminación y exclusión.
Los millennials y centennials representan más de la mitad de los votantes en Ecuador y buscan identificarse con causas y propuestas, no con la política tradicional que los partidos aún manejan. Esto se ha debatido en múltiples ocasiones; sin embargo, esa conexión de los jóvenes con la política parece una especie de luna de miel, ya que su duración es efímera y volátil.
Muchos factores influyen en esta situación: la delincuencia, la falta de empleo, la situación económica y la corrupción. La falta de oportunidades en Ecuador es tan preocupante que en los últimos quince años el número de ecuatorianos que desean emigrar ha aumentado en un 10 %, es decir, cuatro de cada diez ecuatorianos consideran irse del país. Esto lo confirma el estudio LAPOP (Proyecto de Opinión Pública de América Latina), que elabora el Barómetro de las Américas.
Existen dos factores importantes a analizar en este contexto: el primero es que los centennials no se interesan por la política de la manera tradicional, es decir, afiliándose a un partido o siguiendo a líderes autocráticos. Ellos defienden causas que afectan su vida diaria y su futuro, y en su mayoría no buscan participar activamente en la vida política del país. El segundo factor es aún más preocupante: en un breve sondeo, los jóvenes manifestaron: “Sí me interesa conocer la actualidad política, su historia, antecedentes, pero no involucrarme en ella. Evito participar por la corrupción y el favoritismo con los que se toman decisiones”.
Recordemos algo trascendental: para las próximas elecciones del 9 de febrero de 2025, se incrementará el número de asambleístas, debido a los últimos datos del censo poblacional de 2022. Se elegirán 151 asambleístas, en contraste con los 137 escaños actuales en el poder legislativo.
Esto es alarmante, porque si los jóvenes no desean involucrarse debido a los factores descritos, lamentablemente, serán pocos los nuevos rostros jóvenes que veremos en las papeletas. No obstante, las últimas reformas al Código de la Democracia estipulan que al menos el 25% de cada lista debe estar compuesto por hombres o mujeres jóvenes.
Temo que los famosos “nuevos nombres” en las papeletas serán ocupados por aquellos que gozan de favoritismos, precisamente lo que las nuevas generaciones repudian.
Debemos entender que si la situación no mejora en un futuro cercano, el resultado será el mismo: una democracia debilitada y sin una real participación de la juventud. El principal desafío es aumentar la presencia de jóvenes en espacios de representación política, pero, sobre todo, evitar que sus expectativas se desvanezcan debido al sentimiento de abandono que experimentan actualmente.
Un aspecto sustancial es el bajo nivel de confianza en los partidos políticos. Según el Latinobarómetro 2023, solo el 14% de los ecuatorianos confían en estos actores políticos. La última consulta popular de abril nos ofrece una perspectiva: en las dos preguntas donde ganó el “No”, el activismo y posicionamiento de los jóvenes influyeron significativamente en los resultados, en temas como la no precarización del empleo y la capacidad del Estado para regular las inversiones. Así, lograron trascender el impacto de los partidos políticos tradicionales al influir en el voto.
Finalmente, recalco la importancia de dialogar con los jóvenes y conocer su opinión al respecto. Seguramente, responderán que sí les interesa la política, pero que necesitan más información sobre el juego electoral y el devenir político. “¡Sí me interesa! Preciso saber con más detalle el ambiente y la dinámica de la política para vincularme”, nos aseveró un asiduo lector.
Un dato importante: el Observatorio Legislativo evidencia que hay más jóvenes en la Asamblea actual en comparación con periodos anteriores. Más allá de las reformas electorales que buscan renovar las organizaciones políticas, es imperativo recordar que ignorar y desilusionar a la juventud no solo es un error, sino un riesgo para el futuro de nuestra democracia.
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