Taiwán, voz y rostro de la prosperidad (II)

Ago 1, 2024

Por Kléver Antonio Bravo

Kleber Bravo es PHD en Historia, miembro de la Academia Nacional de Historia; docente de la ESPE, ha publicado 18 libros: Historia de Ecuador y América Latina.

Como recordaremos, el 10 de diciembre de 1949, Chiang Kai-shek, su hijo, Chiang Ching-kuo y 1.2 millones de personas oriundas de China, abandonaron el continente para ir a parar en la isla de Taiwán, luego de la derrota de su Ejército Nacionalista frente al Ejército Popular de Liberación de Mao. Chiang gobernó hasta su muerte, en 1975, sucediéndole su hijo, quien sembró las bases de la buena educación y el desarrollo bajo un régimen democrático, particularmente porque en 1986, se fundó el Partido Democrático Progresista, el DPP, por sus siglas en inglés.

Ya con un Congreso Nacional, creado en 1992, el pueblo de Taiwán estaba listo para ser gobernado por un poder Ejecutivo propio; así fue como, en 1996, se llevaron a cabo las primeras elecciones libres, teniendo como ganadores a los representantes del partido KMT: Lee Teng-hui como presidente, y Lien Chan como vicepresidente, binomio que cumplió a cabalidad la consigna de fortalecer las capacidades tecnológicas a través de la industria de alta calidad. Al final de su Gobierno, le sucedieron en el año 2000 Chen Shui-bian y Annette Hsiu-Lien Lu, presidente y vicepresidenta, respectivamente.

En el campo político vale reconocer que, desde 1996, los cambios de gobierno han sido pacíficos, sin que exista la vaga idea de un golpe de Estado, motivo por el que Taiwán ha logrado configurar una amistad transparente con países democráticos, no así con China continental, país con el que mantiene un conflicto geopolítico latente, con amenazas que van desde lo militar hasta lo comercial y diplomático, lo que obliga al Gobierno taiwanés a tener una política defensiva a través de unas Fuerzas Armadas muy bien entrenadas y una población civil inspirada en su tecnología industrial y productiva. Cada uno en lo suyo, bajo el precepto de que “no se puede convertir a una sociedad, en una sociedad militar”, como es el caso de Israel.

Hoy en día, Taiwán mantiene estrechas relaciones con doce países aliados, a lo que se añade un centenar de proyectos de cooperación técnica, investigación, asistencia humanitaria, educación y entrenamiento con 32 países; todo, en un panorama de paz, cooperación, producción y menos huella de carbono. En el caso de Latinoamérica, el Gobierno Taiwanés tiene relaciones diplomáticas con Guatemala, Belice y Paraguay; y, en el caso de Ecuador, aquí está presente la Oficina Comercial de Taipei, en calidad de representación gubernamental.

Dentro de su cultura interior, partimos con una realidad no muy común el en mundo: en Taiwán no hay mercado negro. Allí, el respeto a los niños y a las mujeres es una actitud cotidiana, pues son dos grupos sociales de mayor protección e igualdad. En el caso de los ancianos, ellos son muy respetados, pues tienen la imagen de sabios. En sí, estar en Taiwán es vivir en un mundo de seguridad comprobada, con ciudades de extrema limpieza; y, lo más sentido: la gente y su sonrisa natural, gente amable, gente sencilla. Xie-xie.



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