José Vales fue corresponsal en Sudamérica y en Europa de varios medios latinoamericanos. Sus coberturas y sus investigaciones lo hicieron acreedor de destacados premios internacionales, como el premio María Moors Cabot en el 2007, que entrega la Universidad de Columbia y el premio Ortega y Gasset en España, en el año 2001. Puedes encontrar más artículos en ecuadorenvivo.com/opinion/
Esta es la historia de un hombre que supo hacer cotizar a buen precio sus gritos y sus insultos, como pocos en el mundo. A fuerza de improperios y de promesas de terminar “con la casta corrupta” de la política, llegó a la Presidencia de su país haciéndose llamar el León y ahí va, obsesionado con el régimen fiscal, recorriendo el mundo de manera extraoficial para difundir sus ideas libertarias. Todas de difícil aplicación, las que en la práctica sazona con distintas especias neoliberales para servir a los habitantes de su país, una suerte de menemismo 2.0. Y es que ese país no da para otra cosa.
Grita y ajusta “Leoncio”, como lo apodan algunos. Despide a mansalva y no de manera consensuada y meticulosamente a aquellos que son fruto de 30 años de corrupción sistémica.
Con los culpables de aquel despropósito histórico, negocia por lo bajo. Impulsa la elección de un juez cuestionado por corrupción para integrar la Corte Suprema, favor mayúsculo a ese gobierno del que heredó un país en descomposición, pero nada importa, el sigue despotricando, insultando y abriendo conflictos con sus pares de los países vecinos.
Viene de expulsar a un funcionario del área de deportes, porque le pidió a los jugadores de la selección que pidan disculpas por los cánticos racistas y homofóbicos contra sus pares franceses, por lo que los “campeones del mundo” serán pasibles de ser sancionados por la FIFA y, por qué no, en sus respectivos clubes. Sin embargo, Leoncio, dice que nadie puede llamarles la atención a los campeones del mundo. Él lo avala, junto con su vicepresidenta, que suele reivindicar a la dictadura (1976-1983), tratando a los franceses de colonialistas. Se olvida la señora que los cursos de tortura a sus militares fueron dictados por militares franceses (igual aquí que en Argelia), pero esa es otra historia.
Ahora, si vamos a hablar de racismo, ahí también ese país y su presidente quieren dar pelea por el título. Total después envía a “El jefe”, su hermana, para hablar con el embajador francés y pedirle disculpas por la actitud de la vicepresidenta, no así de los futbolistas.
Es lo que hay. Un país en permanente descomposición en todos los frentes, donde la pobreza material, cultural y de espíritu va preformando su futuro inmediato. Resultado fidedigno de un esfuerzo colectivo como sociedad durante décadas que desembocó en este presente de gritos desesperados o marciales y un arsenal de sinsentidos.
Leoncio y su país, son fácilmente reconocibles. Ni siquiera se necesitará autopsia, llegado el caso porque parafraseando a un catalán de cuyo nombre no quiero acordarme, “el lector y mi canto, saben a quién nombro tanto…”
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