Wilman Terán, el controversial expresidente del Consejo de la Judicatura de Ecuador, quiere volver a acaparar titulares al intentar dar el salto a la arena política como candidato presidencial para las elecciones de 2025, en una jugada que muchos y me incluyo, podría calificarse como una “cantinflada” en su carrera, pero este siniestro personaje, parece desafiar no solo la lógica política, sino también la dignidad y la integridad del sistema judicial ecuatoriano y a todos quienes tenemos derecho al voto en este país.

El señor Terán, que ya ha sido huésped ilustre de La Roca, de donde nunca debería salir, tras su arresto en diciembre de 2023 bajo sospechas de corrupción y vínculos con el crimen organizado, habría optado por presentarse como candidato presidencial, argumentando que su arresto y las acusaciones en su contra son parte de una persecución política en su contra, un giro tan estrafalario y vergonzoso como sus exposiciones histriónicas mientras es su propio defensor de los casos que se le imputan.

El caso de Wilman Terán ha sacudido las estructuras del sistema judicial ecuatoriano y ha revelado profundas grietas en la administración de justicia, se ha convertido en un símbolo de la crisis institucional que atraviesa el país; las revelaciones sobre manipulaciones, sobornos y conspiraciones, junto con las acusaciones de abuso de poder y corrupción, han puesto en evidencia, por decir lo menos, un impresentable sistema de judicial nacional.

Sin embargo, en lugar de enfrentar las consecuencias de sus actos, el “Diablo”, ha optado por una maniobra politiquera que muchos consideran una burla a la complejidad de su situación y a pesar de las serias acusaciones que enfrenta, Terán plantea cuestiones inquietantes sin sustento o fundamentos de razón, sobre la ética y la justicia en el ámbito político del país.

El intento de Terán de entrar en la arena política también ha sido interpretado como una forma de buscar protección del partido del prófugo en Bélgica y continuar con su influencia en un contexto donde la corrupción y el crimen organizado han estado a la orden del día, esta desaguisada acción ha generado una ola de escepticismo y rechazo entre sectores de la sociedad que ven en su posible intención de candidatura, una tentativa de manipulación y una falta de respeto hacia los ciudadanos y la justicia.

Esta payasada del señor Terán no solo pone en evidencia la necesidad de una reforma estructural en el sistema judicial ecuatoriano, sino que también subraya la importancia de mantener la integridad y la transparencia en todos los niveles de la política y la justicia; mi gran incógnita y creo que también la de muchos es: ¿Cuál será la última Cantinflada del Señor Terán?