Es que han comenzado a aparecer analistas arrepentidos, de los que tanto aplaudieron el incremento del IVA en medio del estancamiento económico, porque no pueden ocultar que los impactos en el consumo de las familias no les permitieron recaudar lo que esperaban y anunciaban.
Entre otras mentiras, llegaron a decir que había que subir el impuesto para salvar la dolarización. Nunca se les ocurrió pensar en lo que especialmente sucedería con el consumo de los pobres y pobres extremos, que, sin capacidad de ahorro para afrontar el incremento del IVA, se verían obligados a degradar y reducir su consumo.
Tampoco se les ha ocurrido que, si se aísla el «efecto precios» causado por el incremento del IVA, la recaudación se reduce respecto del total recaudado el año anterior.
Además, los efectos negativos sobre el consumo familiar van a verse agravados porque, tras los efectos por el incremento del IVA —que es nada menos que el impuesto al consumo—, vienen los efectos por incremento en los precios de las gasolinas, nuevamente en medio del estancamiento económico, aunque desde hace más de siete años le digan a la gente que «todo es por su propio bien y especialmente por el bien de los pobres y vulnerables»
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