No estoy de acuerdo con la decisión de ordenar a la fuerza pública que ingrese a los predios de la embajada mexicana y capturar al ex vicepresidente Glas. Se cometió una violación flagrante al Derecho Internacional. También, discrepo categóricamente con los que, molestos con lo sucedido en esa sede diplomática, como locos, amenazan con juicios políticos, piden la renuncia del primer mandatario y solicitan votar no a las once preguntas de la consulta popular. Inclusive, el ex presidente Correa, en una actitud que alcanza traición a la patria, ha sugerido que la Unión Europea y la comunidad internacional castiguen al Ecuador comercialmente, que lo sucedido es “un caso para la guerra” y un “golpe de estado”, que el suelo y el pueblo mexicano han sido agredidos y humillados.
Los ecuatorianos, en su debido momento, conocerán cuál es el “precio” que el país deberá pagar por lo registrado en la casa mexicana en Quito. Serán las organizaciones de Naciones Unidas o de Estados Americanos (ONU y OEA), las cortes Interamericana de Derechos Humanos o Internacional de La Haya, entidades regionales como el Alba, Celac y otras sin mayor trascendencia y manejadas ideológicamente en contra de la democracia plena y la libertad económica, para favorecer el estatismo y totalitarismo, las que se pronunciarán sobre el error diplomático cometido ante la provocación urdida por el presidente López Obrador (AMLO) -no por el pueblo mexicano-, quien, para seguir haciendo el caldo gordo al buró político ecuatoriano, opositor peligroso, beligerante, rabioso y vengativo de los regímenes presididos por Moreno, Lasso y ahora Noboa; asilado, refugiado y residente en su país, también quería sumar al ex vicepresidente Glas, juzgado y sentenciado en el Ecuador por casos de corrupción: asociación ilícita en el caso Odebrecht y cohecho agravado en el caso Sobornos, por el cual también están sentenciados el ex presidente Correa y varios de sus ministros, que viven muy bien actualmente en México, junto a otros coidearios, bajo el esmerado amparo de AMLO.
Todo indica que la reacción ecuatoriana fue precipitada ante la inconducta de López Obrador que, primero, aceptó alojar a Glas en la embajada en diciembre anterior y recientemente insinuó relaciones criminales entre la elección de Noboa y la muerte de Villavicencio. En seguidilla le dijo al presidente del Ecuador fascista, y mamarracho y adefesio en la jerga mexicana (facho), para finalizar poniendo la cereza del pastel: conceder asilo político a quien, a todas luces, no lo puede recibir porque hay prohibición expresa que ese beneficio sea para quien ha sido inculpado, procesado y sentenciado por delincuencia común. Pero, en medio de todo este comportamiento inamistoso de AMLO, ¿por qué los sigloveintiuneros, Iza el del terror, los contrarios a los humanos derechos y otros quieren hacer daño a los ecuatorianos pidiendo votar todo no en la consulta popular?
La consulta, grosso modo, es para que las FF.AA. apoyen a la Policía en el combate a la inseguridad y realicen control de armas, explosivos y más en los accesos a las cárceles; las FF.AA. y la Policía Nacional tengan uso privativo de armas y a quienes usen estas se las retiren para uso inmediato de las instituciones oficiales; el Estado se convierta en propietario de los bienes decomisados de origen ilícito e injustificado; se permita la extradición de ecuatorianos vinculados al crimen; se establezcan judicaturas constitucionales especializadas; se reconozca el arbitraje internacional para la solución de controversias; se reforme el Código del Trabajo para contratar a plazo fijo y por horas; y, se incrementen las penas para delitos execrables, además de que los presos cumplan la totalidad de la pena en las cárceles.
¿Es posible estar en contra de lo que necesita el país? ¿Es posible que un ex presidente actúe como traidor a la patria? A poco de acudir a las urnas, resulta insólito que, pretextando la situación con México, se quiera perjudicar, una vez más, a todos los ecuatorianos.
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