Uno nunca deja de sorprenderse, más cuando de conocer las personas se trata.
El presidente Lasso resultó ser un farsante serial.
Su insaciable ego y narcisismo lo delatan. El Gobierno, ya en etapa terminal, ha publicado un Decreto Ejecutivo que es una sonora bofetada a los ecuatorianos, al extender y mantener el privilegio, una vez dejado el cargo, de seguridad personal para él y su esposa, aquí y en el extranjero.
Lasso no pensaba así antes. Él mismo en junio del 2021, había limitado y quitado a los expresidentes la seguridad presidencial con el visceral justificativo de reducir el gasto público. En ese entonces un poco de circo para las tribunas no le venía nada mal al inicio de su gestión. La bronca siempre estuvo dirigida contra Rafael Correa, prófugo en Bélgica.
Pero la bofetada vino acompañada. A última hora se le ocurre entregar medallas, al granel, a sus colaboradores y panas, responsables de la seguridad del Estado. Medallas que terminarán con el tiempo en rincones fríos y olvidados en solitarias bibliotecas envejecidas por el paso del tiempo.
Lasso y sus medallistas se van diciendo que dejan un mejor país. No es el primero que se marea en los entresijos y mieles del poder. La burbuja del poder la llaman.
No así señor presidente. No nos diga que estamos mejor cuando todos sabemos que estamos peor.
Lasso podrá sacar a pasear su ego en busca de reconocimiento social con resguardo presidencial a donde quiera que vaya. Podrá salir a las calles sin miedo. Mientras tanto aquellos que nos identificamos con Lorenza, solo nos queda rezar para no ser asaltados o baleados camino a nuestras casas.
Bien podría Lasso pagar de su enorme fortuna personal su seguridad privada. Esa podría haber sido un gesto noble de su parte, y ser bien visto por el país. Pero no, decidió arañar el presupuesto de Lorenza para blindar lo único que le importa: su ego.
0 comentarios